Escuela de Catequistas

Escuela de Catequistas

En este apartado iremos dejando todo el material que vamos utilizando en nuestras clases de catequistas
Indice:
El Despertar Religioso
El Hombre Capaz de Dios (Capitulo I Catecismo de la Iglesia Católica)
Recomenzar
El bautismo
El año Cristiano
La fe
Proceso de maduración en la fe (método catequético)
Presentación del Domingo del Domingo de la Palabra de Dios: Aperuit Illis
El Decálogo: expresión de Amor
Devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Historia del Corpus
La oración
El sacramento de la Penitencia


 

 

“Ser Catequista”


En muchas ocasiones, me han dicho: “mire padre, yo es que le puedo ayudar, pero ser catequista no sé, yo para eso no valgo”. ¿A qué eso, suena? Y yo siempre respondo, ¿sabes rezar? ¿Amas a Dios?

Si a las dos últimas preguntas respondemos si, todo es más sencillo, porque desde el bautismo tienes la Ayuda y el compromiso de anunciar, proclamar el amor de Dios. Si amas, puede enseñar a otro amar.

Ser catequista, no es más que responder a la llamada que Dios nos hace a todos: "Id hacer discípulos de todos los pueblos, anunciándoles el evangelio.”

El problema, para ser claro, es de compromiso. Compromiso con Dios, con la Iglesia, con tu parroquia, con los niños, con tu vocación.

“La Iniciación Cristiana”

 

El despertar.

 

El despertar a la vida de fe tiene dos momentos fundamentales: el primero en el bautismo y el segundo en el instante en el cual somos conscientes de que somos hijos de Dios. El bautismo, la mayoría de las personas, todavía hoy en día, lo recibimos cuando somos muy pequeños, tan pequeños que no somos conscientes de nuestra existencia y por tanto no somos conscientes de lo que recibimos. Como diría Aristóteles recibimos en potencia todo el gran don del bautismo. En la medida en que vamos aprendiendo quiénes somos, es decir, tomamos conciencia de nuestro ser, es el momento del despertar a la transcendencia, ese momento del despertar puede ser concreto o puede ser paulatino.

 

Si uno tiene la gran suerte de que en su familia le van educando en los valores cristianos, desde pequeño irá preparándose para tener ese despertar paulatino poco a poco hasta llegar al momento culmen del despertar. Podríamos decir que ese momento culmen puede inscribirse cuando uno empieza a santiguarse o a rezar por sí mismo, sin que sus padres se lo digan. Por el contrario, si es bautizado, pero no es educado en la fe, su despertar será más tardío y quizás solo empezará a desarrollarse en la medida en que, por razones sociales o tradicionales se acerque a la iglesia, (a la parroquia), normalmente para recibir la sagrada comunión. Es entonces cuando tienen lugar dos momentos: uno, un aceleramiento del despertar paulatino, que en los primeros casos ya se han dado; y otro, ese discurrir para ir acercándose a lo más maravilloso, al mayor don que hemos recibido de Dios que es la Eucaristía.

 

         Problemas para ayudar a “despertar”

 

El gran problema hoy en día es no mostrar que Dios es amor; que Dios nos quiere con locura, que Dios nos ama y que nosotros tenemos que corresponder a ese amor. Eso es ser cristiano, ser hijos de Dios: un hijo que quiere a su Padre. Nosotros como hijos de Dios debemos querer corresponder a ese AMOR, pero para corresponder al amor hay que conocer al Amor, hay que conocer al objeto amado y ese es el gran problema.

Intentar educar en la fe, en ese gran despertar a base de conceptos, a base de axiomas que no muestran que Dios es amor.

Conocer a Dios es conocer a su obra creada, es conocer, admirar, venerar, extasiarse ante lo que él ha hecho.

¿Qué es Dios? Decimos que Dios es amor, decimos que el gran misterio de Dios es la Santísima Trinidad Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Tenemos la gran suerte, la gran maravilla, el gran regalo, que Dios mismo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios, se hizo carne, se encarnó en el seno virginal de María, para que cada uno de nosotros podamos conocer el objeto del AMOR. El verbo encarnándose se hace como uno de nosotros para que a nosotros nos sea sencillo poder conocerle y por tanto poder amarle. Además, podemos pregustarle en la Eucaristía.

 

         ¿Cómo ayudar a “despertar?

 

El despertar religioso por tanto debe fundamentarse en mostrar a Jesús, enseñar quién es Jesús, enseñar lo que Jesús nos ha dicho, lo que Jesús nos ha enseñado; en definitiva, es mostrar cómo debemos vivir en Cristo. Si, es la vida en Cristo, la vida de Jesús, la cual debe fundamentarse en Jesucristo, debe ser Él, el centro de nuestra vida, el centro de la existencia humana y eso es lo que hemos de enseñar.

No es fácil, en el mundo de hoy, lo que vivimos, no es “vida en Cristo” y no lo es; porque nuestra sociedad ha sido descatolizada, mundanizada eliminando toda referencia a Dios; una sociedad en la cual lo que prima es el egoísmo, el hedonismo, el consumismo; no es fácil trascender, pero que no sea fácil no significa que sea imposible.

Es posible, no por nuestra propia fuerza, sino con la gracia de Dios. Por eso el inicio de la catequesis siempre debe basarse en lo primero: enseñar y transmitir que Dios es amor; no como algo impositivo, no como algo aprendido de memoria, sin experimentar; sino que debe ser vivenciado, hemos de vivir, amar.

Los primeros momentos de la catequesis deben mostrarse siempre con alegría, con la alegría de sabernos hijos de Dios y cómo transmitimos nosotros esa alegría. Por eso es muy importante que los primeros momentos, las primeras sesiones, se fundamenten en mostrar la cara amable de Dios, que nos ama: jugando, cantando, riendo.

Es muy importante en la primera etapa del despertar religioso que no se vea la catequesis como algo similar a una clase del colegio, cometeríamos un gran error; hemos de centrarnos en transmitir con alegría que Jesús de verdad nos quiere, por eso junto con la señal de la cruz, lo más importante es enseñar que en el Sagrario, es donde está la Eucaristía (Jesús); desde el primer día, mostramos que es el lugar más importante para nosotros, que es el centro de la iglesia y que por tanto es el centro de nuestra vida y el centro de la vida en Cristo, que es Cristo mismo.

Los primeros padres de la Iglesia nos enseñaron lo importante de transmitir la fe “ex-auditur” por el oído, a base de repetir y de repetir y repetir; y está ha de ser nuestra tarea: con amabilidad, con sencillez, con alegría; Jesús nos ama.

Jesús te quiere, quiero es querer que tú y yo estemos pegados a Él pero no como algo teórico; sino como vivencia de nuestra vida, por eso junto con la señal de la cruz y el Sagrario; también es importante enseñar a hacer la genuflexión, cómo ponemos la rodilla derecha en el suelo casi formando un ángulo recto con el resto de nuestro cuerpo como signo de reverencia a Jesús-Eucaristía, y ese ha de ser nuestro comienzo; repetir y enseñar, mostrar Dios es amor, Dios te quiere, te conoce, y hay que hacerlo con alegría y amabilidad

Hay una gran dificultad y es transmitir la vida en Cristo sin vivir en Cristo; es como pretender enseñar a jugar al fútbol sin una pelota o pretender enseñar a conducir sin un coche por eso exige de nosotros, los que nos dedicamos a transmitir la vida en Cristo, (para que pueda producirse el despertar religioso), nos exige oración, compromiso; un compromiso personal con Cristo.

Las oraciones básicas del cristiano Padrenuestro, Ave María, Jesusito de mi vida; son las primeras oraciones que cada uno de nosotros hemos aprendido; y que debemos enseñar. En la más tierna infancia, lo primero es enseñar, casi sin explicar lo que significan las palabras, de memoria las oraciones, para que repitiendo podamos de verdad aprender, entender y vivir lo que en esas oraciones decimos.

Cuando expresamos “Jesusito de mi vida eres niño como yo por eso te quiero tanto y te doy mi corazón tómalo tuyo es mío no” estamos mostrando como Dios, la segunda persona Santísima Trinidad: Jesús se hizo hombre por nosotros, que es niño porque fue niño, como lo hemos sido cada uno de nosotros y por eso le queremos, le ofrecemos nuestro corazón: “busca reflexionar si de verdad le ofrecemos nuestro corazón en nuestra vida” “tómalo tuyo es, mío no”. Ya nos lo dice Jesús: “no hay mayor ofrenda que el que ofrece su vida por sus amigos” nosotros debemos descubrir como Jesús es un solo Dios; no solo perfecto hombre si también nuestro amigo.

Para tener un amigo es necesario conocerle, tratarle; hablarle y eso es hacer oración. Hacer oración no es más que hablar con Dios. Esto es algo que suele sorprender mucho a los niños que todavía no han tenido ese despertar religioso, que pueden hablar con Dios, que no es un amigo imaginario, que no es una forma de decir, sino que realmente Jesús nos escucha y nosotros le hablamos.

Hemos mencionado, que un gran problema, es pretender hacer una sesión de catequesis para transmitir muchas cosas, muchos conceptos, muchas ideas, muchas historias y decimos que es un gran problema porque lo único que conseguimos es agotar, abrumar a los niños, sin que puedan asimilando los conceptos; más vale aprender a conocer poco a poco, que conocer muchas cosas que no van a quedar en nada.

¿De qué nos sirve conocer todas las cosas que hizo Jesús si nos las tomamos como una película? ¿cómo algo de Ciencia Ficción? No nos sirve de nada, ni tampoco tenemos que mostrar a los niños como si fuéramos grandes teólogos, grandes historiadores, grandes personas que lo conocemos todo de todo; todo lo contrario, debemos mostrar con sencillez, “con la sencillez de un niño” que Dios es amor; Dios, que nos quiere, que nosotros tenemos que quererle; mostrando así el gran misterio de Dios, mostrando con amabilidad, con alegría, con sencillez.

Conocer a cada niño, saber su nombre, conocer a sus padres, preocuparnos por ellos, nos ayuda a que llegue de verdad ese despertar y ese encuentro con Cristo.

El primer encuentro personal que uno tiene con Jesús puede haberlo uno grabado en su memoria o no; pero es verdad que si tiene lugar ese momento en el cual he experimentado que le digo a Jesús te quiero y no porque alguien me lo haya dicho, ni porque alguien me diga que lo repita sino que ha salido profundamente de mi interior; Y hago mías las palabras de tantos santos cuánto te quiero, quiero en ti señor, confío en ti, pongo mis manos, mis labios, mi pensamiento, mi corazón, mi ser: “tómalo tuyo es mío no”.

La oración por tanto es un elemento esencial en el despertar religioso, a base de repetir y repetir conseguimos que la persona vaya poco a poco contactando con el Señor de los Señores y ese contacto implica conocimiento, ese conocimiento debe desembocar en el amor. Pero, ¡Ojo! No se trata de ser papagayos.

Junto a las actitudes básicas que hemos mostrado hasta ahora en el despertar religioso hay que ir desarrollando los valores cristianos auténticos, es decir hay que enseñar a los niños a ser sinceros, laboriosos, generosos, sacrificados, alegres y eso como hemos dicho en otros momentos es algo que se transmite. Se transmite la generosidad entregándose a los demás, se transmite la laboriosidad trabajando, se transmite la sinceridad siendo sinceros, se transmite el sacrificio siendo sacrificados, se transmite la alegría siendo alegres.

No podemos transmitir el amor de Dios, enseñar lo maravilloso que es Dios con tristeza con enfado, con desgana; eso implica que debo prepararme las cosas prepararme la sesión de catequesis; de cambiar, cuando entro en contacto con los niños, tengo que cambiar de verdad, de mirada, de expresión, de lenguaje…

Los niños no son tontos, como no son tontos no hay que hablarles como a tontos; sino que hay que hablarles para que entiendan las cosas; por tanto, utilizaremos ejemplos metáforas y símiles; parábolas como utilizaba Jesús para transmitir una verdad, pero no hace falta decirles: “lo entendéis”; lo repetiremos una y otra vez. Repetir una y otra vez es lo que llamamos hábito.

El hábito nos dice la filosofía griega es ese acto repetitivo, es decir lo que hacemos muchas veces; si ese acto repetitivo es bueno o es malo tendrá el calificativo de virtud o de vicio; es muy importante educar en virtud; utilicemos ejemplos que le sirvan a los niños, pensemos en el día a día cotidiano, pero con positividad.

Pongamos un ejemplo; para que un niño haga los deberes que le mandan en el colegio se puede utilizar el argumento de autoridad y de castigo; de premio-recompensa, pero también podemos utilizar otra argumentación: que van a tener más tiempo para dedicar a lo que ellos les gusta. Simple ejemplos que nos muestra lo positivo (de lo negativo ya se encarga el mundo de hoy mostrando, transmitiendo, la negatividad y el pesimismo propios del príncipe de las tinieblas.) Nosotros siempre debemos transmitir optimismo, positividad, eso lo conseguimos si no esforzamos por ser optimistas y positivos interiormente.

La alegría, el positivismo son virtudes que hay que transmitir y para transmitirlas hay que tenerlas por eso es muy bueno que el misionero, que el catequista, en definitiva, el cristiano que va a ayudar a otros en su despertar religioso debe mostrar esa alegría y su optimismo propio de los hijos de Dios.

Hay que hacer siempre un esfuerzo para evitar caer en ese pesimismo, las fuerzas decaen y es más difícil transmitir esa alegría, por eso, siempre, antes de empezar un momento de catequesis, de misión, de charla, como queramos llamarle, es necesario invocar al Espíritu Santo es necesario pedirle luces y pedirle fuerzas, es necesario pedirle la alegría propia de los hijos de Dios. Hay que hacer el gran esfuerzo de dejar a un lado nuestros problemas personales, las cosas que nos pasan en casa, en la familia, en el trabajo, entre otras personas, incluso nuestro propio estado de ánimo, hay que darse cuenta de que en ese momento no somos transmisores de la energía de Cristo, sino que somos transmisores del mismo Jesús. No hay que tener miedo a ser pequeños juglares de Dios o como diría algún santo, incluso a ser payasos de Dios; más vale transmitir la alegría de Cristo haciendo de payaso, de juglar, haciendo o provocando la sonrisa de un niño; que intentar a través de una gran clase magistral con palabras muy rebuscadas, transmitir a veces incluso que estamos enfadados y que estamos diciendo que Jesús es alegría, pero para mí no lo es.

 

El seguimiento de Jesús.

 

El fundamento de la vida del cristiano es la vida en Cristo. El cristiano debe vivir en Cristo, debe vivir por Cristo, debe vivir para Cristo. Este es el fundamento del seguimiento de Jesús, vivir en Cristo o dicho por la expresión de varios autores espirituales y varios de los teólogos moralistas la “vida en Cristo”.

Después de haber encontrado a Dios, después de haber experimentado ese primer acercamiento o como hemos llamado después del despertar religioso; la tarea más importante y difícil, que le lleva al ser humano toda su vida terrenal y en esa tarea que no es otra cosa que vivir en Cristo, hay que distinguir dos aspectos muy importantes que van muy unidos por un lado la formación por otro lado la práctica religiosa. Estos aspectos van juntos; la práctica religiosa es formación y la formación nos lleva a la práctica religiosa, por el ser humano es uno, no podemos separarnos ni dividirnos en dos; es una cuestión de unidad de vida.

 

La formación

 

La formación no es información, uno puede saber mucho y no haberlo interiorizado, no haberlo asimilado. Pongamos un ejemplo: uno puede saber que en un equipo de fútbol hay 11 jugadores, puede saber que hay un portero, que hay defensas, que hay unos centrocampistas, y que hay unos delanteros; pero eso no es suficiente para jugar al fútbol. Eso es saber unos datos, pero no capacita a una persona para jugar al fútbol, hay que saber las normas, hay que saber las prácticas y hay que ejercitarse, pues lo mismo nos pasa en la Vida en Cristo, nos en pasa la vida del cristiano o bien en la vida de Piedad; son sinónimos.

Podemos llamar vida espiritual, Vida en Cristo, Vida interior, son todo sinónimos y muchas otras expresiones que se pueden utilizar para decir una misma cosa que es: como me relaciono yo con DIOS.

Para relacionarme con Dios necesito formarme, y debe ser constante. Quizás la mayor tentación que puede cometer una persona es pensar que ya está formada; que ya ha vivido; ya le han informado; ya con su edad no tiene nada que aprender. Si sucumbiéramos a esa tentación hubiéramos naufragado. Un marino sabe perfectamente que por mucho que tenga experiencia en la mar, sabe que tiene que ir aprendiendo constantemente, las olas nunca son las mismas, las tempestades tampoco, las circunstancias que pueden producirse por mucha experiencia que uno tenga, de haber navegado, sabe que son múltiples y diversas; porque el mar nunca es el mismo, el agua nunca es la misma, el clima nunca es el mismo y las embarcaciones tampoco. Y sobre todo las relaciones de los seres humanos tampoco son las mismas.

El ser humano según va creciendo va teniendo diversas reacciones ante mismos hechos porque va cambiando, va avanzando; un mismo acontecimiento tiene diversas reacciones. No es lo mismo, por ejemplo, el calor que siente un niño con cinco años que con 15, que con 20, 30, 50, 70 o, 90 años; no es lo mismo. El calor es el mismo, la temperatura externa es la misma, pero nuestro cuerpo lo experimenta de manera diversa y aunque, por la experiencia de la vida podemos combatirlo, la respuesta de nuestro cuerpo biológico es distinta; pues lo mismo nos pasa en el campo espiritual. Por eso es necesaria la formación constante y este es el primer punto importante: formarse no es informarse.

Formarse es asimilar y vivir en nosotros lo que vamos aprendiendo en todos los aspectos de la vida, pero nos centramos en el aspecto de nuestra vida en Cristo de la vida espiritual a semejanza de lo que nos ocurre también en otros aspectos de la vida. Pongamos un ejemplo quizás algunos han podido tener la experiencia de por ejemplo aprender algo de informática; como puede ser escribir en un ordenador, utilizar determinados programas. Si aprende un día y no se practica; es muy común que pase el tiempo, los días, los meses, incluso los años y ya no sabe funcionar; porque en realidad, aunque tenga la información de cómo llevar a cabo, no es capaz porque le falta la práctica. Estudió cómo hacerlo, pero no ha practicado y por tanto ya no sabe cómo llevarlo a cabo. Se ha informado, pero no se ha formado. En la vida espiritual, en nuestra vida en Cristo, nos pasa exactamente lo mismo, solo que, como vamos cambiando, nuestras reacciones como decíamos anteriormente son distintas y por tanto la formación tiene que ser constante. Uno puede leer la Sagrada Escritura el mismo pasaje a lo largo de su vida muchas veces y cada vez que la lee con seguridad le sugerirá cosas distintas porque la vida es distinta y sobre todo porque la Sagrada Escritura, la Biblia, es viva y eficaz. Pero también nos pasa con los libros, en los medios de formación, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica; cuando éramos pequeñitos nosotros hemos aprendido determinados puntos, incluso casi de memoria, pero si no lo hemos vuelto a leer, habrá cosas que se nos hayan olvidado.

Tenemos la esperanza de que, si lo volvemos a leer, descubrimos cosas nuevas; ¿por qué? porque nos fijamos en cosas distintas y porque vamos asimilando, y vamos formándonos poco a poco, y vamos profundizando. Por tanto, la formación es esencial en la vida del cristiano, da igual la edad que tengamos, siempre tenemos que estar formándonos. Y esto puede ser de diversos modos, múltiples medios de formación; puedes leer un libro espiritual, un libro teológico, un libro cultural o puede ser la escucha de una plática, una predicación, una consideración, una meditación como consejo, una película formativa en múltiples medios de formación que debemos cultivar y debemos utilizar. Si en algún momento podemos tener la tentación de decir ya estoy formado habremos fracasado; da igual nuestra condición, nuestra edad, nuestros estudios. La formación tiene que ser constante y permanente. Es verdad que puede haber momentos en los cuales tiene que ser más intensa pero siempre tiene que haber un mínimo de formación. La formación en la vida del cristiano es esencial y es fundamental.

 

La vida de Piedad.

 

La vida espiritual, la vida en Cristo, la vida de Piedad, todos son sinónimos y es una consecuencia lógica de la formación la práctica religiosa; es como decíamos antes, la manera concreta de cómo yo me relaciono con Dios.

Me relaciono con Dios “desde que abro los ojos hasta que los cierro; desde que me levanto, hasta que me acuesto, porque soy hijo de Dios las 24 horas del día”. Eso es lo que significa esa llamada que hemos recibido de Dios; la llamada a la santidad. Es lo que recibimos en el bautismo con esa gracia fundamental; y qué es esa llamada a ser santos; son palabras de Jesús “ser perfectos como vuestro padre celestial es perfecto” solos no podemos lograrlo, con la ayuda de Dios, es decir con la gracia de Dios, SI.

Se suele utilizar la expresión ideal de santidad, quizás es una expresión errónea y negativa porque la palabra ideal suele relacionarse con algo inalcanzable, algo a lo cual no podemos llegar, y es falso. Es falso por la simple razón que el testimonio más claro que tenemos es la misma expresión de Jesús ser perfectos como vuestro padre celestial es perfecto como dirían los grandes teólogos: Dios nunca se equivoca y Dios no puede contradecirse. No podríamos decir que Dios nos ha mentido: no nos puede decir: ser perfectos; si jamás podremos llegar a alcanzar esa santidad; esa perfección por tanto es posible. La palabra ideal nos suele engañar; quizás para justificar nuestra podredumbre, nuestra miseria nuestra poquedad, o simplemente nuestra pereza.

 

La vida de Piedad es la manera concreta de cómo yo, individuo, persona, ser humano, hijo de Dios, me relaciono con Dios: si le amo y no.  En la medida en que yo intensifico mucho más mi relación con Dios, mayor, más profunda, más continua, más perfecta será mi vida en Cristo. Estaré más enemorado de Dios, y por tanto corresponderé mas a su amor.

Analicemos brevemente la experiencia cotidiana que nos encontramos hoy en día; podríamos decir que nos encontramos personas ateas; es decir personas que de manera concreta afirman que no creen en Dios; que han llegado a través de una disertación personal, intelectual, que no creen en Dios; podíamos hablar mucho sobre este punto; pero Dios solo sabe lo que cada ser humano tiene en su interior y no basta simplemente con quedarnos con lo que dice una persona externamente. Pero por clasificar vamos a quedarnos que puede haber personas que sean ateas; otras personas que podríamos decir que son agnósticas; que, a través de su desarrollo intelectual, su pensamiento, han llegado a la conclusión de que no saben si existe o no existe Dios; hay otra realidad que son los creyentes es decir aquellos que creen en Dios.

Es ¿cómo creen en Dios? ¿cuál es esa vida en Cristo? nos podemos encontrar múltiples realidades.

 

Creencia sin experiencia.

 

Hay personas que afirman creer en Dios, pero de la misma manera afirman que no tienen ninguna experiencia religiosa no tienen ningún contacto aparentemente con Dios, dicen creer en Dios, pero no tienen ninguna práctica. Quizás cuando hay algún acontecimiento esencial en su vida pueden en algún momento pues manifestar esa creencia simplemente con la expresión “Dios ayúdame”, pero eso es como un hito, un momento interior, pero viven como si no creyeran, es decir no se atreven a negar a Dios, pero viven como si Dios no existiera.

 

Creencia con alguna experiencia.

 

Hay personas que creen en Dios y que limitan su creencia, su experiencia religiosa a los acontecimientos importantes de la vida nacimiento y muerte, enlace matrimonial y quizás en algunos momentos o algunas fiestas concretas, todavía por la tradición popular o personal. Son personas que limitan su experiencia religiosa a unos momentos concretos y con eso se sienten liberados; más que liberados, se sienten justificados.

Por ejemplo, aquellas personas que a lo largo del año no tienen ninguna práctica religiosa, pero al llegar la Semana Santa experimentan un gran fervor el Viernes Santo ante el acontecimiento de una procesión por ejemplo o la virgen de los Dolores o al Cristo crucificado. La justificación para esas personas, es decir su práctica religiosa, para tranquilizar su conciencia se limita exclusivamente algún acto de piedad externo les puede producir muchísimo llanto emoción y al día siguiente olvidarse ya hasta el año siguiente o como en algunas en algunos lugares podemos ver como la tradición popular lleva a portar por ejemplo en procesión un santo y con eso pensar que uno ya está justificado y ya está haciendo algo por Dios y por tanto en eso se limita su vida en Cristo podríamos decir que esa creencia con alguna experiencia externa y alguna petición quizás momentánea, momento de oración breve simple con la expresión “Dios ayúdame”; les lleva a quedarse tranquilos justificados como diría algún autor no hay mejor sordo que el que no quiere oír y en este caso del que estamos hablando no hay mejor engaño que el que quiere ser engañado por sí mismo es una experiencia infantil es una experiencia religiosa inmadura. Porque no han descubierto de verdad a Dios, es decir no han llevado a cabo su despertar religioso en este caso y en el caso anterior hay un déficit profundo en la raíz de la formación cristiana es decir del despertar cristiano en estos casos esas personas recibieron algunos sacramentos en su niñez, pero no se llevó a cabo auténticamente el despertar religioso y el segundo paso que es el seguimiento en Cristo o dicho en palabras más teológicas más tradicionales no se llevó la mistagogía.

 

Creencia con experiencia sin vivencia.

 

Encontramos no pocas personas, que creen en Dios, que tienen experiencia religiosa pero no tienen auténtica vivencia religiosa, es decir por tradición por temor, por creencia básica afirman que creen en Dios van a misa casi todos los domingos; pero no tienen vivencia, es decir no viven lo que celebran, se limitan a asistir a un acto religioso, no participan plenamente de él, sino que asisten y con eso se sienten de alguna manera justificados quizás por tradición, quizás por una promesa, quizás por costumbre, pero en este caso como en tantos otros también ha fallado el despertar religioso; que es esa experiencia profunda de Dios, ese encuentro personal con Cristo y al no haber tenido ese encuentro personal con Cristo. No puede haber vivencia, realmente vivencia de fe. La fe, nos dirán los teólogos es el asentimiento de la inteligencia y la voluntad a la verdad revelada por Dios. Si no conozco la verdad revelada por Dios, difícilmente voy a asentir como mi inteligencia, con mi voluntad, con mis sentidos, con mi vida, a esa verdad de Dios definitiva; es una creencia vacía porque no han descubierto la gran maravilla, la gran maravilla del Amor de Dios, la gran maravilla del Amor con Dios, la gran maravilla del Amor en Dios.

 

Creencia con experiencia y vivencia.

 

En el transcurrir de la vida del cristiano de aquel que ha hecho bien su despertar religioso que vive en esa mistagogía; en ese esfuerzo de querer seguir a Jesús, en ese esfuerzo de vivir intensamente la vida en Cristo de experimentar constantemente ese amor. El amor en Cristo nace del amor de Cristo. El amor en Cristo solo puede originarse fundamentarse y erigirse en la Eucaristía.

La vivencia y por tanto la experiencia cristiana son: POR ,PARA y CON la Eucaristía; no se puede entender la vida de un cristiano sin la Eucaristía. La Eucaristía que es el mismo corazón de Cristo, es el fundamento de la vida del cristiano y de ahí nace esa experiencia maravillosa con Dios, porque es una vivencia de ese gran AMOR que Dios nos tiene.

Dios, Jesús, que se ha querido quedar con nosotros para entregarse, y esa entrega es un don de verdad; un don para que pregustemos aquí en la tierra, la gran maravilla del cielo, que es la presencia real del verbo de Dios. Eso es lo que Eucaristía; por eso la verdadera creencia con vivencia cristiana ha de estar fundamentada por la eucaristía; esa es la raíz de la vida interior, de la vida de Cristo, de la vida con Cristo, de la vida por Cristo.

En el despertar religioso se ha ido enseñando a descubrir la vivencia maravillosa de la Eucaristía, la mistagogía es el tiempo de seguimiento de Jesús; hemos de ayudar al cristiano a ir viviendo cada vez más esa gran experiencia que es la Santa misa.

La Santa misa no es para escucharla como el que escucha algo bonito piadoso, sino que, la santa misa es para vivirla, para consumirnos con Jesús en el cáliz y en la patena cuando recordamos la pasión a muerte y la resurrección de Jesús. Todos los días en el altar, estamos recordando el fundamento de nuestra salvación y recordándolo nos da la fuerza necesaria para seguir adelante, porque, es ahí donde está el fundamento de la vida del cristiano; en la celebración de la Eucaristía, de donde nacerán todos los demás actos de piedad.

El amor se demuestra con amor; el amor a Dios se demuestra con amor, con actos de amor.

¿Cómo podemos entender una persona pudiendo ir a misa no va? ¿cómo podemos entender que una persona enamorada que tiene la oportunidad de ver a la persona amada decida no hacerlo? Es incomprensible en la dinámica del amor; muy comprensible en la dinámica de la pereza, la tibieza que es el gran peligro la gran tentación de la experiencia cristiana, de la vivencia en Cristo.

Cuando me acostumbro, me digo: “es que siempre es lo mismo” no puede ser. ¿Alguien se imagina una pareja de enamorados que le diga a la otra persona a quien ama: “eres la misma persona que ayer y no te doy beso pues te lo doy que ayer?

No tiene sentido qué sentido tiene que un hijo le dé un beso a su madre diciendo: “te quiero”; y al día siguiente le diga: “bueno ya te di un beso ayer, que para que te voy a dar otro hoy” Ninguno podemos entender qué un hijo se acostumbre a decirle a su madre: “te quiero”. Como nunca una madre se acostumbra de decirle a su hijo: “te quiero”

Pues, igual nos pasa en la dinámica del amor en Cristo. La vida fuera de Cristo es desamor: “dejo la Eucaristía porque no es obligatorio” ¿dónde está escrito que un amado le diga a la amada: “te quiero”? ¿dónde está escrito que una madre le diga su hijo te quiero?

El esfuerzo de la vida en Cristo es seguir a Cristo; y ese seguir a Cristo tiene que fundamentarse en la Eucaristía. Ese es el fundamento de nuestra vida real, el gran secreto de la vivencia de la experiencia profunda del cristiano. En la medida en que yo me esfuerzo por vivir de Cristo, en la medida en que vivo, experimento el santo sacrificio, experimento mi encuentro con Dios y me da fuerzas para seguir cada día el camino que Cristo me marca.

Ahí la raíz la fuente, el culmen, de la vida del cristiano y de la búsqueda de la santidad; que tal manera que el cristiano cuando vive enfocado en la Eucaristía, como su principio, lo más importante en su vida, en su día a día, el resto de los actos de piedad que podemos y debemos hacer de nuestros encuentros con el Señor, en realidad llegarán en nuestra vida como encaja un guante en una mano, porque nos va ayudando a prepararnos a esa experiencia maravillosa del amor de Dios.

La vida interior, la lucha interior, la vida en Cristo, no es más que esa lucha contra nuestra tibieza, nuestra mediocridad, hasta pereza de enraizarnos en ese amor; a preparar toda nuestra vida para la gran Eucaristía, esto es lo que hemos de transmitir este es el gran secreto de la etapa de la mistagógica; es la gran tarea del enamorado, para enseñar al que va descubriendo el amor a enamorarse cada día más: “¡es cuestión de amor, no te excuses!”


 

 

Curso 24/25 en la parroquia de San Marcos de Rivas Vaciamadrid

 

 

         Como recuerda el catecismo de la Iglesia Católica: " La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo, la fuente donde mana toda su fuerza" "La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres"

         La catequesis es la educación en la fe de cada ser humano. Esa educación no es más que la configuración con Cristo. Cada ser humano debe parecerse cada día más a Jesucristo, y a eso es a lo que tiene que ayudar la catequesis. La catequesis no es la preparación a un sacramento. La misión del catequista es anunciar el evangelio de Jesucristo, de forma adecuada a la edad del catecúmeno, es ayudar a descubrir que Dios te ama; y que debes corresponder a ese Amor.

         La catequesis por su misma naturaleza debe ser personalizada, esto entre otras cosas significa que cada catequista debe tener una especial preocupación por cada niño, rezando por él y ofreciendo algunas contrariedades.

         Los catecúmenos han de saber las partes de la Santa Misa, así como participar activamente en ella. Por eso es muy importante que el catequista los anime, insista y acompañe a la misa de niños que hay en la parroquia todas las semanas. No hay que olvidar que la mejor catequesis es la participación en los sacramentos y en especial en la Santa Misa, así se hizo durante los primeros siglos del cristianismo. Pero, ante todo, el catecúmeno debe ir viviendo su fe, aprendiendo a dar motivos de su fe. Debe aprender a amar a Dios, rezando, frecuentando los sacramentos. La fe no se vive un día, se vive toda la vida.

         El catequista tiene que procurar llegar con puntualidad a la parroquia el/los días que se ha comprometido, y en el caso de no poder asistir o de llegar tarde, avisar con tiempo suficiente al párroco por teléfono. Así mismo ha de procurar que los catecúmenos tengan cuidado con las instalaciones de la parroquia. No debe entrar ningún niño al local parroquial sin que esté su catequista (o sustituto). No se echa a ningún niño de clase, ni se deja un rato en el pasillo “a pensar”. Hay que tener especial cuidado con los niños en el baño, muchos no saben o no se acuerdan dónde está.

Cuando se llegue al local (no hace falta decirlo) se saluda a los presentes, tal y como hacemos en cada casa.

         Los materiales que utilizaremos serán: Biblia, Catecismo de la Iglesia Católica, Catecismo Jesús es el Señor y página web: https://www.catequesisonline.es/ Además, podéis pedir libros y guías del catequista que tenemos en la parroquia, que os pueden servir para preparar las sesiones.

         Las sesiones deben ser preparadas con antelación, y deben conjugar los elementos formativos-intelectuales con los elementos formativos-lúdicos… LA CATEQUESIS DURAN 45 MINUTOS

Un ejemplo de cómo distribuir la sesión puede ser:

                   -Parte teórica: Algunos principios ayudados por narraciones y de la web www.catequisonline.es que muchas veces gusta más a los niños, pues se separa de la dinámica del colegio (15 minutos)

                   -Parte litúrgica: Ir enseñando las partes de la misa (gestos posturas y contestaciones) y oraciones. (15 minutos)

                   -Parte teórico-lúdica: Aprender jugando (Trivial formativo, la Biblia en ordenador, …) (10 minutos)

                   -Parte participativa: Canciones. (5 minutos)

        Ausencia de los catequistas a la catequesis

                   Cuando un catequista no pueda asistir a su sesión de catequesis o misa se procederá de la siguiente manera; si se sabe con mucho tiempo de antelación se comunica al párroco para poder organizarse mejor, si son imprevistos (sesión de catequesis) se le dice al párroco o en persona o por teléfono. Si es a misa se le dice también al párroco.

        Reuniones con los padres de inicio de curso

                   Cada catequista ha de procurar estar en dichas reuniones. Para 1º y 2º de catequesis la reunión en general, serán los días 4 y 5 de septiembre respectivamente a las 17:45. Antes de cada reunión se repartirá unos listados y se formaran equipos, para anotar los que pagan por TPV, por transferencia o en mano. Las reuniones con 3º son los días 6 y 13 cada gruo tene una hora especificada. Y las reuniones con los padres de postcomunión serán el día 15 a la hora de la catequesis.

        Página web: https://www.catequesisonline.es/

                   Hay apoyos en esa web para casi todos los temas. Y Pueden utilizarse en la catequesis, pero no para que los niños se pasen la hora de catequesis presencial viendo un video, eso no. Como mucho se puede utilizar 5 minutos.

        Ausencias a catequesis de cada niño

                   En el tablón principal hay unas listas para poner si falta un niño a catequesis. Sólo se pone una “F” en el día correspondiente si falta, sino no hay que poner nada.

        Casillero del catequista

                   En el armario de la entrada a los locales hay un casillero con las carpetas de cada grupo, allí se colocan las circulares y materiales individuales. Además de toda la información de cada niño. Si nos dan una autorización, u otro documento es allí donde debemos colocarlo,

        Reuniones formativas

                   Cada TERCER VIERNES DE MES A LAS 20 H tendremos una charla formativa específica, además de todas las otras actividades formativas que ofrece la parroquia.

        Encuentros festivos

                   Casi todos los meses intentaremos tener un breve encuentro lúdico, que nos ayude a conocernos más y ayudarnos también en el aspecto humano.

        Eventos especiales

                   Visita Pastoral del Obispo

                                  Del 2 al 6 de octubre

                   Mes del Rosario

                             En el mes de octubre, (mes de las misiones y del rosario), les daremos a los niños un rosario y les explicaremos cómo se reza.

                   Confesiones de los niños

                             Los niños de 3º tendrán todos los meses un día de confesión; que será un día de catequesis; hay meses que ese día no hay catequesis, vienen los niños se confiesan y se van; hay que recordarlo siempre a los papas; otros, meses, se confesarán y luego tendrán catequesis. De la misma manera desde el mes del de octubre lo hacemos también con los niños de 2º y desde el mes de marzo con los niños de 1º.

            Sembradores de Estrellas

                             Este año se hacen tres celebraciones como marca el calendario. Cada nivel preparará unos villancicos, que previamente se os darán (antes de octubre). Se invita a los niños de que vengan vestidos a modo de belén viviente. Se os darán más adelante una circular explicativa.

               Día del Abuelo

                             Dado las fechas de este año, hemos pensado que lo mejor es celebrarlo el día de la Candelaria que es el 2 de febrero en misas especiales para cada nivel.

                Entregas

                             Las entregas son un signo de la maduración en la fe. Serán el día 30 de marzo en misas especiales para cada nivel. A primero se les da los mandamientos, a segundo las bienaventuranzas y a tercero los sacramentos. Son unas pequeñas láminas explicando que es cada cosa. En las sesiones previas a los ritos se les explicará a los niños y a los padres en sus reuniones. A los niños desde 4º se les dará un comic sobre la vida de Jesús.

  Mes de mayo, mes de las flores, mes de María.

                             Como ya venimos haciendo cada año, en el mes de mayo invitamos a los niños a que todas las semanas traigan flores a la virgen y poesías. Cada día de catequesis se hace el mes de María en la Iglesia.

        Merienda de fin de curso

              La semana antes de terminar el curso en el día previsto tendremos la merienda de fin de curso. Las encargadas de las dinámicas celebrativas nos darán ideas para poder hacer esa tarde.

        Corpus

                             Último día de catequesis. Misa especial con procesión. Hay que invitar a todos los niños y padres a colaborar.

        Grupos de WhatsApp

         Catequistas 2024/2025 y hemos de ser cuidadosos, no utilizarlo para cosas personales ni para hacer cadenas. Hay que hacer buen uso de ello. Sólo se utilizan para cosas de catequesis.

 

Organización misas “de niños”

La misa de las familias: 12:30 y 18:30 h

(Partes participativas de los niños, padres y demás familia)

 

Consideraciones generales:

         Seguiremos mandado la invitación a los grupos de WhatsApp.

         Hemos de estar muy coordinados y organizados.

         La tendencia es preparar las cosas con tiempo y con los niños, hacerles partícipes.

         Si faltan los niños, intentamos que lo hagan otros, si no, pues paciencia. Pueden participar niños que no están en catequesis; pero siempre y cuando no haya niños de nuestra catequesis suficientes.

         Durante los meses de septiembre y octubre los textos los preparan Cristina y el Párroco.

 

Momentos de participación

 

         Monición de entrada:

                   Pueden hacerla un padre, un niño, varios padres, o varios niños (no más de 4)

 

                   En la monición se ha de indicar al motivo de la celebración (tiempo litúrgico, jornada especial, …, puede mencionarse las lecturas o algo significativo de ellas.

 

                   Si lo hacen niños lo hacen desde su sitio.

 

         Acto penitencial

 

                   Pueden ser tres peticiones que pidan perdón a Dios por cosas generales; también puede hacerse a modo de canción o un gesto, o mostrar unas cartulinas y que lo repitan los niños; o simplemente hacer una invitación a recitar el “yo confieso”.

 

         Lecturas

 

                   Deben leerlas personas que se les entienda y comprenda.

 

                   Pueden ser niños de postcomunión, padres, abuelos, tíos, hermanos…

 

                   Para la organización es mejor que se muevan todos a la vez.

 

 

 

         Oración de los fieles

                   Deben ir de lo universal a lo particular. Siempre pedir por la Iglesia, sus miembros, la paz y los presentes.

 

                   El número debe ser entre 4 y 6 normalmente.

 

                   No hace falta que sean muy largas, es mejor ser breve, corto y claro, a los niños les viene mejor, y transmitimos mejor.

 

                   De momento y salvo fiestas especiales se hacen desde el sitio.

 

         Cestos

 

                   Lo hacen padres o familiares.

 

                   Hay que asegurarse que se pasa por toda la Iglesia incluido el coro.

 

                   En las celebraciones muy especiales se hace procesión con el resto de las ofrendas.

 

         Ofertorio (presentación de ofrendas)

 

                   Lo hacen los niños solos o con un familiar.

 

                   Normalmente presentamos el pan y el vino, pero pueden ofrecerse otras cosas como un trabajo de los niños, las huchas de infancia misionera, unas velas, unas flores… algo que tenga sentido.

 

                   Cuando se presente algo más que el pan y el vino hay que comunicarlo y hacer un pequeño texto que lo explique para leerlo.

 

         Consagración

 

                   Hay que esforzase para que los niños se pongan de rodillas y no de cuclillas.

 

         Comunión:

                   Es un momento para que los niños junto a las canciones se den cuenta del cuerpo y la sangre de Jesús.

                   Conviene estar pendiente de ellos, para que no hablen ni se duerman.

 

         Acción de gracias

                   Puede ser una frase, varias, una canción, un gesto, un cartel.

                   Es acción de gracias por lo que hemos celebrado y recibido, es decir la misa.

 

Reuniones de catequistas

 

Inicio de Curso 2 de septiembre a las 20 horas, en esa reunión se concretarán las siguientes reuniones. Que en el caso de no poderlas tener todos los meses todos los catequistas nos organizaremos personalmente y por grupo, depende de vuestras posibilidades.

 

 

Disposición de los grupos y las salas

 

         Dado el espacio que tenemos y el número de niños, y las distintas actividades que tenemos, no hay un grupo con una sala determinada.

         Como norma general la sala polivalente, (sala de la Virgen de la Almudena está preparada para ubicar de maneral inicial a todos los niños de una hora determinada. Una vez que han llegado los niños hay que ver qué grupos han venido realmente más niños, y qué actividades se van a hacer. Especial atención han de tener los niños de tercero que desde septiembre tienen que ir preparando su primera comunión. Para ello, en el tablón de la entrada hay un listado con los días, horas y con los niños que hacen la comunión.


 

Calendario de Curso

 

Desde el 13 de septiembre (menos tercero que empieza el día 6) todas las semanas hay catequesis menos los días que se especifican más abajo.

A demás se ponen los días de las celebraciones especiales y de reuniones de padres para que podáis recordárselo. Respecto a los días de confesiones cuando hay dos horas es que hay catequesis después de la confesión, y cuando pone una franja horaria es que solo hay confesión y no hay catequesis.

 

 

“La Iniciación Cristiana”

 

El despertar.

 

El despertar a la vida de fe tiene dos momentos fundamentales: el primero en el bautismo y el segundo en el instante en el cual somos conscientes de que somos hijos de Dios. El bautismo, la mayoría de las personas, todavía hoy en día, lo recibimos cuando somos muy pequeños, tan pequeños que no somos conscientes de nuestra existencia y por tanto no somos conscientes de lo que recibimos. Como diría Aristóteles recibimos en potencia todo el gran don del bautismo. En la medida en que vamos aprendiendo quiénes somos, es decir, tomamos conciencia de nuestro ser, es el momento del despertar a la transcendencia, ese momento del despertar puede ser concreto o puede ser paulatino.

 

Si uno tiene la gran suerte de que en su familia le van educando en los valores cristianos, desde pequeño irá preparándose para tener ese despertar paulatino poco a poco hasta llegar al momento culmen del despertar. Podríamos decir que ese momento culmen puede inscribirse cuando uno empieza a santiguarse o a rezar por sí mismo, sin que sus padres se lo digan. Por el contrario, si es bautizado, pero no es educado en la fe, su despertar será más tardío y quizás solo empezará a desarrollarse en la medida en que, por razones sociales o tradicionales se acerque a la iglesia, (a la parroquia), normalmente para recibir la sagrada comunión. Es entonces cuando tienen lugar dos momentos: uno, un aceleramiento del despertar paulatino, que los primeros casos ya se han dado; y otro, ese discurrir para ir acercándose a lo más maravilloso, al mayor don que hemos recibido de Dios que es la Eucaristía.

 

        Problemas para ayudar a “despertar”

 

El gran problema hoy en día es no mostrar que Dios es amor; que Dios nos quiere con locura, que Dios nos ama y que nosotros tenemos que corresponder a ese amor. Eso es ser cristiano, ser hijos de Dios: un hijo que quiere a su padre. Nosotros como hijos de Dios debemos querer corresponder a ese AMOR, pero para corresponder al amor hay que conocer al Amor, hay que conocer al objeto amado y ese es el gran problema. Intentar educar en la fe, en ese gran despertar a base de conceptos, a base de axiomas que no muestran que Dios es amor; Dios es amor, esa la esencia de Dios.

 

Conocer a Dios es conocer a su obra creada, es conocer, admirar, venerar, extasiarse ante lo que él ha hecho. ¿Qué es Dios? Decimos que Dios es amor, decimos que el gran misterio de Dios es la Santísima Trinidad Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Tenemos la gran suerte, la gran maravilla, el gran regalo, que Dios mismo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de Dios, se hizo carne, se encarnó en el seno virginal de María, para que cada uno de nosotros podamos conocer el objeto del AMOR. El verbo encarnándose se hace como uno de nosotros para que a nosotros nos sea sencillo poder conocerle y por tanto poder amarle.

 

        ¿Cómo ayudar a “despertar?

 

El despertar religioso por tanto debe fundamentarse en mostrar a Jesús, enseñar quién es Jesús, enseñar lo que Jesús nos ha dicho, lo que Jesús nos ha enseñado; en definitiva, es mostrar cómo debemos vivir en Cristo. Si, es la vida en Cristo, la vida de Jesús, la cual debe fundamentarse en Jesucristo, debe ser Él, el centro de nuestra vida, el centro de la existencia humana y eso es lo que hemos de enseñar.

No es fácil, en el mundo de hoy, lo que vivimos, no es “vida en Cristo” y no lo es porque nuestra sociedad ha sido descatolizada; una sociedad en la cual lo que prima es el egoísmo, el hedonismo, el consumismo; no es fácil trascender, pero que no sea fácil no significa que sea imposible.

Es posible, no por nuestra propia fuerza, sino con la gracia de Dios. Por eso el inicio de la catequesis siempre debe basarse en lo primero: enseñar y transmitir que Dios es amor; no como algo impositivo, no como algo aprendido de memoria, sin experimentar; sino que debe ser vivenciado.

Los primeros momentos de la catequesis deben mostrarse siempre con alegría, con la alegría de sabernos hijos de Dios y cómo transmitimos nosotros esa alegría. Por eso es muy importante que los primeros momentos, las primeras sesiones, se fundamenten en mostrar la cara amable de Dios, que nos ama: jugando, cantando, riendo.

Es muy importante en la primera etapa del despertar religioso que no se vea la catequesis como algo similar a una clase del colegio, cometeríamos un gran error; hemos de centrarnos en transmitir con alegría lo que Jesús de verdad nos quiere, por eso junto con la señal de la cruz, lo más importante es enseñar que en el Sagrario, es donde está la Eucaristía (Jesús); desde el primer día, mostramos que es el lugar más importante para nosotros, que es el centro de la iglesia y que por tanto es el centro de nuestra vida y el centro de la vida en Cristo, que es Cristo mismo.

Los primeros padres de la Iglesia nos enseñaron lo importante de transmitir la fe “ex-auditur” por el oído, a base de repetir y de repetir y repetir; y está ha de ser nuestra tarea: con amabilidad, con sencillez, con alegría; Jesús nos ama.

Jesús te quiere, quiero es querer que tú y yo estemos pegados a Él pero no como algo teórico; sino como vivencia de nuestra vida, por eso junto con la señal de la cruz y el Sagrario; también es importante enseñar a hacer la genuflexión, cómo ponemos la rodilla derecha en el suelo casi formando un ángulo recto con el resto de nuestro cuerpo como signo de reverencia a Jesús Eucaristía, y ese ha de ser nuestro comienzo; repetir y enseñar, mostrar Dios es amor, Dios te quiere.

Hay una gran dificultad y es transmitir la vida en Cristo sin vivir en Cristo; es como pretender enseñar a jugar al fútbol sin una pelota o pretender enseñar a conducir sin un coche por eso exige de nosotros, los que nos dedicamos a transmitir la vida en Cristo, para que pueda producirse el despertar religioso, nos exige oración, compromiso; un compromiso personal con Cristo.

Las oraciones básicas del cristiano Padrenuestro, Ave María, Jesusito de mi vida; son las primeras oraciones que cada uno de nosotros hemos aprendido; y que debemos enseñar. En la tierna infancia, lo primero es enseñar casi sin explicar lo que significan las palabras sino enseñar de memoria para que repitiendo podamos de verdad aprender, entender y vivir lo que en esas oraciones decimos.

Cuando expresamos “Jesusito de mi vida eres niño como yo por eso te quiero tanto y te doy mi corazón tómalo tuyo es mío no” estamos mostrando como Dios, la segunda persona Santísima Trinidad: Jesús se hizo hombre por nosotros, que es niño porque fue niño, como lo hemos sido cada uno de nosotros y por eso le queremos, le ofrecemos nuestro corazón: “busca reflexionar si de verdad le ofrecemos nuestro corazón en nuestra vida” “tómalo tuyo es, mío no”. Ya nos lo dice Jesús: “no hay mayor ofrenda que el que ofrece su vida por sus amigos” nosotros debemos descubrir como Jesús es un solo Dios; no solo perfecto hombre si también nuestro amigo.

Para tener un amigo es necesario conocerle, tratarle; hablarle y eso es hacer oración. Hacer oración no es más que hablar con Dios. Esto es algo que suele sorprender mucho a los niños que todavía no han tenido ese despertar religioso, que pueden hablar con Dios, que no es un amigo imaginario, que no es una forma de decir, sino que realmente Jesús nos escucha y nosotros le hablamos.

Y hemos dicho anteriormente que un gran problema, es pretender hacer una sesión de catequesis para transmitir muchas cosas, muchos conceptos, muchas ideas, muchas historias y decimos que es un gran problema porque lo único que conseguimos es agotar, arrullar a los niños, sin que hayan ido asimilando los pequeños conceptos; más vale aprender a conocer poco a poco, que conocer muchas cosas que no van a quedar en nada.

¿De qué nos sirve conocer todas las cosas que hizo Jesús si nos las tomamos como una película? ¿cómo algo de Ciencia Ficción? No nos sirve de nada, ni tampoco tenemos que mostrar a los niños como si fuéramos grandes teólogos, grandes historiadores, grandes personas que lo conocemos todo de todo; todo lo contrario, debemos mostrar con sencillez, “con la sencillez de un niño” que Dios es amor; Dios, que nos quiere, que nosotros tenemos que quererle; mostrando así el gran misterio de Dios, mostrando con amabilidad, con alegría, con sencillez.

Conocer a cada niño, saber su nombre, conocer a sus padres, preocuparnos por ellos, nos ayuda a que llegue de verdad ese despertar y ese encuentro con Cristo.

El primer encuentro personal que uno tiene con Jesús puede haberlo uno grabado en su memoria o no; pero es verdad que si tiene lugar ese momento en el cual he experimentado que le digo a Jesús te quiero y no porque alguien me lo haya dicho, ni porque alguien me diga que lo repita sino que ha salido profundamente de mi interior; Y hago mías las palabras de tantos santos cuánto te quiero, quiero en ti señor, confío en ti, pongo mis manos, mis labios, mi pensamiento, mi corazón, mi ser: “tómalo tuyo es mío no”.

La oración por tanto es un elemento esencial en el despertar religioso, a base de repetir y repetir conseguimos que la persona vaya poco a poco contactando con el Señor de los Señores y ese contacto implica conocimiento, ese conocimiento debe desembocar en el amor.

Junto a las actitudes básicas que hemos mostrado hasta ahora en el despertar religioso hay que ir desarrollando los valores cristianos auténticos, es decir hay que enseñar a los niños a ser sinceros, laboriosos, generosos, sacrificados, alegres y eso como hemos dicho en otros momentos es algo que se transmite. Se transmite la generosidad entregándose a los demás, se transmite la laboriosidad trabajando, se transmite la sinceridad siendo sinceros, se transmite el sacrificio siendo sacrificados, se transmite la alegría siendo alegres.

No podemos transmitir el amor de Dios, enseñar lo maravilloso que es Dios con tristeza con enfado, con desgana; eso implica que debo prepararme las cosas prepararme la sesión de catequesis; de cambiar, cuando entro en contacto con los niños, tengo que cambiar de verdad, de mirada, de expresión, de lenguaje…

Los niños no son tontos, como no son tontos no hay que hablarles como a tontos; sino que hay que hablarles para que entiendan las cosas; por tanto, utilizaremos ejemplos metáforas y símiles; parábolas como utilizaba Jesús para transmitir una verdad, pero no hace falta decirles: “lo entendéis”; lo repetiremos una y otra vez. Repetir una y otra vez es lo que llamamos hábito.

El hábito nos dice la filosofía griega es ese acto repetitivo, es decir lo que hacemos muchas veces; si ese acto repetitivo es bueno o es malo tendrá el calificativo de virtud o de vicio; es muy importante educar en virtud; utilicemos ejemplos que le sirvan a los niños, pensemos en el día a día cotidiano, pero con positividad.

Pongamos un ejemplo; para que un niño haga los deberes que le mandan en el colegio se puede utilizar el argumento de autoridad y de castigo; de premio-recompensa, pero también podemos utilizar otra argumentación: que van a tener más tiempo para dedicar a lo que ellos les gusta. Simple ejemplos que nos muestra lo positivo (de lo negativo ya se encarga el mundo de hoy mostrando, transmitiendo, la negatividad y el pesimismo propios del príncipe de las tinieblas.) Nosotros siempre debemos transmitir optimismo, positividad.

La alegría, el positivismo son virtudes que hay que transmitir y para transmitirlas hay que tenerlas por eso es muy bueno que el misionero, que el catequista, en definitiva, el cristiano que va a ayudar a otros en su despertar religioso debe mostrar esa alegría y su optimismo propio de los hijos de Dios.

Hay que hacer siempre un esfuerzo para evitar caer en ese pesimismo, las fuerzas decaen y es más difícil transmitir esa alegría, por eso, siempre antes de empezar un momento de catequesis, de misión, de charla, como queramos llamarle, es necesario invocar al Espíritu Santo es necesario pedirle luces y pedirle fuerzas, es necesario pedirle la alegría propia de los hijos de Dios. Hay que hacer el gran esfuerzo de dejar a un lado nuestros problemas personales, las cosas que nos pasan en casa, en la familia, en el trabajo, entre otras personas, incluso nuestro propio estado de ánimo, hay que darse cuenta de que en ese momento no somos transmisores de la energía de Cristo, sino que somos transmisores del mismo Jesús. No hay que tener miedo a ser pequeños juglares de Dios o como diría algún santo incluso a ser payasos de Dios; más vale transmitir la alegría de Cristo haciendo de payaso, de juglar, haciendo o provocando la sonrisa de un niño; que intentar a través de una gran clase magistral con palabras muy rebuscadas, transmitir a veces incluso que estamos enfadados y que estamos diciendo que Jesús es alegría pero para mí no es el gran problema por eso lo solventamos con el Espíritu Santo con su gracia con la invocación con la oración.

 

El seguimiento de Jesús.

 

El fundamento de la vida del cristiano es la vida en Cristo. El cristiano debe vivir en Cristo, debe vivir por Cristo, debe vivir para Cristo. Este es el fundamento del seguimiento de Jesús, vivir en Cristo o dicho por la expresión de varios autores espirituales y varios de los teólogos moralistas la “vida en Cristo”.

Después de haber encontrado a Dios, después de haber experimentado ese primer acercamiento o como hemos llamado después del despertar religioso; la tarea más importante y difícil, que le lleva al ser humano toda su vida terrenal y en esa tarea que no es otra cosa que vivir en Cristo, hay que distinguir dos aspectos muy importantes que van muy unidos por un lado la formación por otro lado la práctica religiosa. Estos aspectos van juntos; la práctica religiosa es formación y la formación nos lleva a la práctica religiosa.

 

La formación

 

La formación no es información, uno puede saber mucho y no haberlo interiorizado, no haberlo asimilado. Pongamos un ejemplo: uno puede saber que en un equipo de fútbol hay 11 jugadores, puede saber que hay un portero, que hay defensas, que hay unos centrocampistas, y que hay unos delanteros; pero eso no es suficiente para jugar al fútbol. Eso es saber unos datos, pero no capacita a una persona para jugar al fútbol, hay que saber las normas, hay que saber las prácticas y hay que ejercitarse, pues lo mismo nos pasa en la vida en Cristo, nos en pasa la vida del cristiano o bien en la vida de Piedad; son sinónimos.

Podemos llamar vida espiritual, podemos llamar vida en Cristo, podemos llamar como decíamos vida de piedad, vida interior; son todo sinónimos y muchas otras expresiones que se pueden utilizar para decir una misma cosa que es: como me relaciono yo con DIOS.

Para relacionarme con Dios necesito formarme y esa formación es constante, debe ser constante quizás el mayor pecado o error que puede cometer una persona es pensar que ya está formada, es pensar que muchas veces ya ha vivido, ya le han informado, ya con su edad no tiene nada que aprender. En ese momento si sucumbiéramos a esa tentación hubiéramos naufragado. Un marino sabe perfectamente que por mucho que tenga experiencia en el mar, sabe que tiene que ir aprendiendo constantemente, las olas nunca son las mismas, las tempestades tampoco, las circunstancias que pueden producirse por mucha experiencia que uno tenga, de haber navegado, sabe que son múltiples y diversas; porque el mar nunca es el mismo, el agua nunca es la misma, el clima nunca es el mismo y las embarcaciones tampoco. Y sobre todo las relaciones de los seres humanos tampoco son las mismas.

El ser humano según va creciendo va teniendo diversas reacciones ante mismos hechos porque va cambiando, va avanzando; un mismo acontecimiento tiene diversas reacciones no es lo mismo por ejemplo el calor que siente un niño con cinco años que con 15, que con 20, 30, 50, 70 o, 90 años; no es lo mismo. El calor es el mismo, la temperatura externa es la misma, pero nuestro cuerpo lo experimenta de manera diversa y aunque, por la experiencia de la vida podemos combatirlo, la respuesta de nuestro cuerpo biológico es distinta; pues lo mismo nos pasa en el campo espiritual. Por eso es necesaria la formación constante y este es el primer punto importante: formarse no es informarse.

Formarse es asimilar y vivir en nosotros lo que vamos aprendiendo en todos los aspectos de la vida, pero nos centramos en el aspecto de nuestra vida en Cristo de la vida espiritual a semejanza de lo que nos ocurre también en otros aspectos de la vida. Pongamos un ejemplo quizás algunos han podido tener la experiencia de por ejemplo aprender algo de informática; como puede ser escribir en un ordenador, utilizar determinados programas. Si aprende un día y no se practica; es muy común que pase el tiempo, los días, los meses, incluso los años y ya no sabe funcionar; porque en realidad, aunque tenga la información de cómo llevar a cabo, no es capaz porque le falta la práctica. Estudió cómo hacerlo, pero no ha practicado y por tanto ya no sabe cómo llevarlo a cabo. Se ha informado, pero no se ha formado. En la vida espiritual, en nuestra vida en Cristo, nos pasa exactamente lo mismo, solo que, como vamos cambiando, nuestras reacciones como decíamos anteriormente son distintas y por tanto la formación tiene que ser constante. Uno puede leer la Sagrada Escritura el mismo pasaje a lo largo de su vida muchas veces y cada vez que la lee con seguridad le sugerirá cosas distintas porque la vida es distinta y sobre todo porque la Sagrada Escritura, la Biblia, es viva y eficaz. Pero también nos pasa con los libros, en los medios de formación, por ejemplo, el catecismo de la Iglesia Católica; cuando éramos pequeñitos nosotros hemos aprendido determinados puntos, incluso casi de memoria, pero si no lo hemos vuelto a leer, habrá cosas que se nos hayan olvidado.

Tenemos la esperanza de que, si lo volvemos a leer, descubrimos cosas nuevas; ¿por qué? porque nos fijamos en cosas distintas y porque vamos asimilando, y vamos formándonos poco a poco, y vamos profundizando. Por tanto, la formación es esencial en la vida del cristiano, da igual la edad que tengamos, siempre tenemos que estar formándonos. Y esto puede ser de diversos modos, múltiples medios de formación; puedes leer un libro espiritual, un libro teológico, un libro cultural o puede ser la escucha de una plática, una predicación, una consideración, una meditación como consejo, una película formativa en múltiples medios de formación que debemos cultivar y debemos utilizar. Si en algún momento podemos tener la tentación de decir ya estoy formado habremos fracasado; da igual nuestra condición, nuestra edad, nuestros estudios. La formación tiene que ser constante y permanente. Es verdad que puede haber momentos en los cuales tiene que ser más intensa pero siempre tiene que haber un mínimo de formación. La formación en la vida del cristiano es esencial y es fundamental.

 

La vida de Piedad.

 

La vida espiritual, la vida en Cristo, la vida de Piedad, todos son sinónimos y es una consecuencia lógica de la formación la práctica religiosa; es como decíamos antes, la manera concreta de cómo yo me relaciono con Dios.

Me relaciono con Dios “desde que abro los ojos hasta que los cierro; desde que me levanto, hasta que me acuesto, porque soy hijo de Dios las 24 horas del día”. Eso es lo que significa esa llamada que hemos recibido de Dios; la llamada a la santidad. Es lo que recibimos en el bautismo con esa gracia fundamental; y qué es esa llamada a ser santos; son palabras de Jesús “ser perfectos como vuestro padre celestial es perfecto” solos no podemos lograrlo, con la ayuda de Dios, es decir con la gracia de Dios, SI.

Se suele utilizar la expresión ideal de santidad, quizás es una expresión errónea y negativa porque la palabra ideal suele relacionarse con algo inalcanzable, algo a lo cual no podemos llegar, y es falso. Es falso por la simple razón que el testimonio más claro que tenemos es la misma expresión de Jesús ser perfectos como vuestro padre celestial es perfecto como dirían los grandes teólogos: Dios nunca se equivoca y Dios no puede contradecirse, no podríamos decir que Dios nos ha mentido, no nos puede decir: ser perfectos; si jamás podremos llegar a alcanzar esa santidad; esa perfección por tanto es posible. La palabra ideal nos suele engañar; quizás para justificar nuestra podredumbre, nuestra miseria nuestra poquedad, o simplemente nuestra pereza.

 

La vida de Piedad es la manera concreta de cómo yo, individuo, persona, ser humano, hijo de Dios, me relaciono con Dios. En la medida en que yo intensifico mucho más mi relación con Dios, mayor más profunda, más continua, más perfecta será mi vida en Cristo.

Analicemos brevemente la experiencia cotidiana que nos encontramos hoy en día; podríamos decir que nos encontramos personas ateas; es decir personas que de manera concreta afirman que no creen en Dios; que han llegado a través de una disertación personal, intelectual, que no creen en Dios; podíamos hablar mucho sobre este punto; pero Dios solo sabe lo que cada ser humano tiene en su interior y no basta simplemente con quedarnos con lo que dice una persona externamente. Pero por clasificar vamos a quedarnos que puede haber personas que sean ateas; otras personas que podríamos decir que son agnósticas; que, a través de su desarrollo intelectual, su pensamiento, han llegado a la conclusión de que no saben si existe o no existe Dios; hay otra realidad que son los creyentes es decir aquellos que creen en Dios.

Es ¿cómo creen en Dios? ¿cuál es esa vida en Cristo? nos podemos encontrar múltiples realidades.

 

Creencia sin experiencia.

 

Hay personas que afirman creer en Dios, pero de la misma manera afirman que no tienen ninguna experiencia religiosa no tienen ningún contacto aparentemente con Dios dicen creer en Dios, pero no tienen ninguna práctica. Quizás cuando hay algún acontecimiento esencial en su vida pueden en algún momento pues manifestar esa creencia simplemente con la expresión “Dios ayúdame”, pero eso es como un hito, un momento interior, pero viven como si no creyeran, es decir no se atreven a negar a Dios, pero viven como si Dios no existiera.

 

Creencia con alguna experiencia.

 

Hay personas que creen en Dios y que limitan su creencia, su experiencia religiosa a los acontecimientos importantes de la vida nacimiento y muerte, enlace matrimonial y quizás en algunos momentos o algunas fiestas concretas, todavía por la tradición popular o personal. Son personas que limitan su experiencia religiosa a unos momentos concretos y con eso se sienten liberados; más que liberados, se sienten justificados.

Por ejemplo, aquellas personas que a lo largo del año no tienen ninguna práctica religiosa, pero al llegar la Semana Santa experimentan un gran fervor el Viernes Santo ante el acontecimiento de una procesión por ejemplo o la virgen de los Dolores o al Cristo de la paciencia. La justificación para esas personas es decir su práctica religiosa para tranquilizar su conciencia se limita exclusivamente algún acto de piedad externo les puede producir muchísimo llanto emoción y al día siguiente olvidarse ya hasta el año siguiente o como en algunas en algunos lugares podemos ver como la tradición popular lleva a portar por ejemplo en procesión un santo y con eso pensar que uno ya está justificado y ya está haciendo algo por Dios y por tanto en eso se limita su vida en Cristo podríamos decir que esa creencia con alguna experiencia externa y alguna petición quizás momentánea, momento de oración breve simple con la expresión “Dios ayúdame”; les lleva a quedarse tranquilos justificados como diría algún autor no hay mejor sordo que el que no quiere oír y en este caso del que estamos hablando no hay mejor engaño que el que quiere ser engañado por sí mismo es una experiencia infantil es una experiencia religiosa inmadura. Porque no han descubierto de verdad a Dios es decir no han llevado a cabo su despertar religioso en este caso y en el caso anterior hay un déficit profundo en la raíz de la formación cristiana es decir del despertar cristiano en estos casos esas personas recibieron algunos sacramentos en su niñez, pero no se llevó a cabo auténticamente el despertar religioso y el segundo paso que es el seguimiento en Cristo o dicho en palabras más teológicas más tradicionales no se llevó la mistagogía.

 

Creencia con experiencia sin vivencia.

 

Encontramos no pocas personas, que creen en Dios, que tienen experiencia religiosa pero no tienen auténtica vivencia religiosa, es decir por tradición por temor por creencia básica afirman que creen en Dios van a misa casi todos los domingos; pero no tienen vivencia, es decir no viven lo que celebran, se limitan a asistir a un acto religioso, no participan plenamente de él, sino que asisten y con eso se sienten de alguna manera justificados quizás por tradición, quizás por una promesa, quizás por costumbre, pero en este caso como en tantos otros también ha fallado el despertar religioso; que es esa experiencia profunda de Dios, ese encuentro personal con Cristo y al no haber tenido ese encuentro personal con Cristo. No puede haber vivencia, realmente vivencia de fe. La fe, nos dirán los teólogos es el asentimiento de la inteligencia y la voluntad a la verdad revelada por Dios. Si no conozco la verdad revelada por Dios, difícilmente voy a asentir como mi inteligencia, con mi voluntad, con mis sentidos, con mi vida, a esa verdad de Dios definitiva; es una creencia vacía porque no han descubierto la gran maravilla, la gran maravilla del amor de Dios, la gran maravilla del amor con Dios, la gran maravilla del amor en Dios.

 

Creencia con experiencia y vivencia.

 

En el transcurrir de la vida del cristiano de aquel que ha hecho bien su despertar religioso que vive en esa mistagogía; en ese esfuerzo de querer seguir a Jesús, en ese esfuerzo de vivir intensamente la vida en Cristo de experimentar constantemente ese amor. El amor en Cristo nace del amor de Cristo. El amor en Cristo solo puede originarse fundamentarse y erigirse en la Eucaristía.

La vivencia y por tanto la experiencia cristiana son: POR PARA y CON la Eucaristía; no se puede entender la vida de un cristiano sin la Eucaristía. La Eucaristía que es el mismo corazón de Cristo, es el fundamento de la vida del cristiano y de ahí nace esa experiencia maravillosa con Dios, porque es una vivencia de ese gran AMOR que Dios nos tiene.

Dios, Jesús, que se ha querido quedar con nosotros para entregarse, y esa entrega es un don de verdad; un don para que pregustemos aquí en la tierra, la gran maravilla del cielo, que es la presencia real del verbo de Dios. Eso es lo que Eucaristía; por eso la verdadera creencia con vivencia cristiana ha de estar fundamentada por la eucaristía; esa es la raíz de la vida interior, de la vida de Cristo, de la vida con Cristo, de la vida por Cristo.

En el despertar religioso se ha ido enseñando a descubrir la vivencia maravillosa de la Eucaristía, la mistagogía es el tiempo de seguimiento de Jesús; hemos de ayudar al cristiano a ir viviendo cada vez más esa gran experiencia que es la Santa misa.

La Santa misa no es para escucharla como el que escucha algo bonito piadoso, sino que, la santa misa es para vivirla, para consumirnos con Jesús en el cáliz y en la patena cuando recordamos la pasión a muerte y la resurrección de Jesús. Todos los días en el altar, estamos recordando el fundamento de nuestra salvación y recordándolo nos da la fuerza necesaria para seguir adelante, porque, es ahí donde está el fundamento de la vida del cristiano; en la celebración de la Eucaristía, de donde nacerán todos los demás actos de piedad.

El amor se demuestra con amor; el amor a Dios se demuestra con amor, con actos de amor.

¿Cómo podemos entender una persona pudiendo ir a misa no va? ¿cómo podemos entender que una persona enamorada que tiene la oportunidad de ver a la persona amada decida no hacerlo? Es incomprensible en la dinámica del amor; muy comprensible en la dinámica de la pereza, la tibieza que es el gran peligro la gran tentación de la experiencia cristiana, de la vivencia en Cristo.

Cuando me acostumbro, me digo: “es que siempre es lo mismo” no puede ser. ¿Alguien se imagina una pareja de enamorados que le diga a la otra persona a quien ama: “eres la misma persona que ayer y no te doy beso pues te lo doy que ayer?

No tiene sentido qué sentido tiene que un hijo le dé un beso a su madre diciendo: “te quiero”; y al día siguiente le diga: “bueno ya te di un beso ayer, que para que te voy a dar otro hoy” Ninguno podemos entender qué un hijo se acostumbre a decirle a su madre: “te quiero”. Como nunca una madre se acostumbra de decirle a su hijo: “te quiero”

Pues, igual nos pasa en la dinámica del amor en Cristo. La vida fuera de Cristo es desamor: “dejo la Eucaristía porque no es obligatorio” ¿dónde está escrito que un amado le diga a la amada: “te quiero”? ¿dónde está escrito que una madre le diga su hijo te quiero?

El esfuerzo de la vida en Cristo es seguir a Cristo; y ese seguir a Cristo tiene que fundamentarse en la Eucaristía. Ese es el fundamento de nuestra vida real, el gran secreto de la vivencia de la experiencia profunda del cristiano. En la medida en que yo me esfuerzo por vivir de Cristo, en la medida en que vivo, experimento el santo sacrificio, experimento mi encuentro con Dios y me da fuerzas para seguir cada día el camino que Cristo me marca.

Ahí la raíz la fuente, el culmen, de la vida del cristiano y de la búsqueda de la santidad; que tal manera que el cristiano cuando vive enfocado en la Eucaristía, como su principio, lo más importante en su vida, en su día a día, el resto de los actos de piedad que podemos y debemos hacer de nuestros encuentros con el Señor, en realidad llegarán en nuestra vida como encaja un guante en una mano, porque nos va ayudando a prepararnos a esa experiencia maravillosa del amor de Dios.

La vida interior, la lucha interior, la vida en Cristo, no es más que esa lucha contra nuestra tibieza, nuestra mediocridad, hasta pereza de enraizarnos en ese amor; a preparar toda nuestra vida para la gran Eucaristía, esto es lo que hemos de transmitir este es el gran secreto de la etapa de la mistagógica; es la gran tarea del enamorado, para enseñar al que va descubriendo el amor a enamorarse cada día más: “¡es cuestión de fe y de amor no te excuses!”


Formación MARZO 2021

Formación febrero 2021

El bautismo

      Es el sacramento por el cual el hombre nace a la vida espiritual, mediante la ablución del agua y la invocación de la Santísima Trinidad.

                       Dios, al crear al hombre, le concedió el don de la gracia santificante, elevándolo a la dignidad de hijo suyo y heredero del cielo. Al pecar Adán y Eva se rompió la amistad del hombre con Dios, perdiendo el alma la vida de la gracia. A partir de ese momento, todos los hombres con la sola excepción de la Bienaventurada Virgen María nacemos con el alma manchada por el pecado original.

                       La misericordia de Dios, sin embargo, es infinita: compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo a la tierra para rescatarnos del pecado, devolvernos la amistad perdida y la vida de la gracia, haciéndonos nuevamente dignos de entrar en la gloria del cielo.

                       Todo esto nos lo concede a través del sacramento del bautismo: Con El hemos sido sepultados por el bautismo, para participar en su muerte, de modo que así como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una nueva vida"" (Rom. 6, 4).


           NOCION

                       El bautismo es el sacramento por el cual el hombre nace a la vida espiritual, mediante la ablución del agua y la invocación de la Santísima Trinidad.

                       Nominalmente, la palabra bautizar (‘baptismsV’ en griego) significa ‘sumergir’, "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (cfr. Rm. 6, 3-4; Col 2, 12) como ‘nueva criatura’ (2 Co. 5, 17; Ga. 6, 15) (Catecismo, n. 1214).

                       Entre los sacramentos, ocupa el primer lugar porque es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (Catecismo, n. 1213).

                       San Pablo lo denomina baño de regeneración y renovación del Espíritu Santo (Tit. 3, 5); San León Magno compara la regeneración del bautismo con el seno virginal de María; Santo Tomás, asemejando la vida espiritual con la vida corporal, ve en el bautismo el nacimiento a la vida sobrenatural

           EL BAUTISMO, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY

                       Es dogma de fe que el bautismo es un verdadero sacramento de la Nueva Ley instituido por Jesucristo.

                       Además de la definición dogmáica del Concilio de Trento (cfr. Dz. 844), el Papa S. Pío X condenó como heréica la siguiente proposición de los modernistas: La comunidad cristiana introdujo la necesidad del bautismo, adoptándolo como rito necesario y ligando a él las obligaciones de la profesión cristiana"" (Dz. 2042). Los modernistas niegan con esta proposición tanto la institución del bautismo por Cristo como su esencia propia de sacramento verdadero.

                       En la Sagrada Escritura también se prueba que el bautismo es uno de los sacramentos instituidos por Jesucristo:

                                   a) En el Nuevo Testamento aparecen testimonios tanto de las notas esenciales del sacramento como de su institución por Jesucristo:

                                              - el mismo Señor explica a Nicodemo la esencia y la necesidad de recibir el bautismo: En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos"" (Jn. 3, 3-5);

                                              - Jesucristo da a sus discípulos el encargo de administrar el bautismo (cfr. Jn. 4, 2);

                                              - ordena a sus Apóstoles que bauticen a todas las gentes: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28, 18-19). Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda creatura. El que creyere y se bautizare, se salvar "" (Mc. 16, 15-16);

                                              - los Apóstoles, después de haber recibido la fuerza del Espíritu Santo, comenzaron a bautizar: ver Hechos 2, 38 y 41.

                                   b) En el Antiguo Testamento aparecen ya figuras del bautismo, es decir, hechos o palabras que, de un modo velado, anuncian aquella realidad que de modo pleno se verificar en los siglos venideros.

                                              Son figuras del bautismo, según la doctrina de los Apóstoles y de los Padres, la circuncisión (cfr. Col. 2, llss.), el paso del Mar Rojo (cfr. I Cor. 10, 12), el Diluvio Universal (I Pe. 3, 20ss.). En Ez. 36, 25, hallamos una profecía formal del bautismo: Esparcir‚ sobre vosotros agua limpia y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiar‚. Cfr. también Is. 1, 16ss.; 4, 4; Zac. 13, 1; etc.

                       Además, el bautismo que confería San Juan Bautista antes del inicio de la vida pública de Jesucristo, fue una preparación inmediata para el bautismo que Cristo instituiría (Mt. 3, 11). El bautismo de Juan, sin embargo, no confería la gracia, tan sólo disponía a ella moviendo a la penitencia (cfr. S. Th. III, q. 38, a. 3).

Sobre el momento de institución, Santo Tomás de Aquino (cfr. S. Th. III, q. 66, a. 2) explica que Jesucristo instituyó el sacramento del bautismo precisamente cuando fue bautizado por Juan (Mt. 3, 13ss.), al ser entonces santificada el agua y haber recibido la fuerza santificante. La obligación de recibirlo la estableció después de su muerte (Mc. 16, 15, citado arriba). Lo mismo enseña el Catecismo Romano, parte II, cap. 2, n. 20.

           EL SIGNO EXTERNO DEL BAUTISMO

                       La materia

                                   La materia del bautismo es el agua natural (de fe, Conc. de Florencia, Dz. 696).

                                   Las pruebas son:

                                              1º. Sagrada Escritura: lo dispuso el mismo Cristo (Jn. 3, 5: quien no naciere del agua... ) y así lo practicaron los apóstoles (Hechos 8, 38; llegados donde había agua, Felipe lo bautizó...; Hechos 10, 44-48).

                                              2º. Magisterio de la Iglesia: lo definió el Concilio de Trento: si alguno dijere que el agua verdadera y natural no es necesaria para el bautismo... sea anatema (Dz. 858). Trento hizo esta definición contra la doctrina de Lutero, que juzgaba lícito emplear cualquier líquido apto para realizar una ablución. Otros textos del Magisterio: Dz. 412, 447, 696. Sería materia inválida, por ejemplo, el vino, el jugo de frutas, la tinta, el lodo, la cerveza, la saliva, el sudor y, en general, todo aquello que no sea agua verdadera y natural.

                                              3º. La razón teológica encuentra además los siguientes argumentos de conveniencia para emplear el agua:

                                                          - el agua lava el cuerpo; luego, es muy apta para el bautismo, que lava el alma de los pecados;

                                                          - el bautismo es el más necesario de todos los sacramentos: convenía, por lo mismo, que su materia fuera fácil de hallar en cualquier parte: agua natural (cfr. S. Th. III, q. 66, a. 3).

                       La ablución del bautizado puede hacerse ya sea por infusión (derramando agua sobre la cabeza) o por inmersión (sumergiendo totalmente al bautizado en el agua):

                                   "El bautismo se ha de administrar por inmersión o por infusión, de acuerdo a las normas de la Conferencia Episcopal" (CIC. c. 854).

                                   Para que el bautismo sea válido
                                               a) debe derramarse el agua al mismo tiempo que se pronuncian las palabras de la forma;

                                              b) el agua debe resbalar o correr sobre la cabeza, tal que se verifique un lavado efectivo (en caso de necesidad p. ej., bautismo de un feto bastaría derramar el agua sobre cualquier parte del cuerpo).

                       La forma

                                   La forma del bautismo son las palabras del que lo administra, las cuales acompañan y determinan la ablución. Esas palabras son: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".

                                   Esta fórmula expresa las cinco cosas esenciales:

                                              1o. La persona que bautiza (ministro): Yo

                                              2o. La persona bautizada (sujeto): te

                                              3o. La acción de bautizar, el lavado: bautizo

                                              4o. La unidad de la divina naturaleza: en el nombre (en singular; no ‘en los nombres", lo que sería erróneo)

                                              5o. La distinción de las tres Personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

                       EFECTOS DEL BAUTISMO

                                   Los efectos del bautismo son cuatro: la justificación, la gracia sacramental, la impresión del carácter en el alma y la remisión de las penas.


                       La justificación

                                   Hemos dicho (cfr. 1.2.3) que la justificación consiste, según su faceta negativa, en la remisión de los pecados y, según su faceta positiva, en la santificación y renovación interior del hombre (cfr. Dz. 799, Catecismo, n. 1989).

                                   No son dos efectos, sino uno solo, pues la gracia santificante se infunde de modo inmediato al desaparecer el pecado; estas dos realidades no pueden coexistir y, además, no hay una tercera posibilidad: el alma o está en pecado o está en gracia. Así pues, al recibirse con las debidas disposiciones, el bautismo consigue:

                                              a) la remisión del pecado original y en los adultos la remisión de todos los pecados personales, sean mortales o veniales;

                                              b) la santificación interna, por la infusión de la gracia santificante, con la cual siempre se reciben también las virtudes teologales fe, esperanza y caridad, las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Puede decirse que Dios toma posesión del alma y dirige el movimiento de todo el organismo sobrenatural, que está ya en condiciones de obtener frutos de vida eterna.

                                   Estos dos efectos se resumen, por ejemplo, en el texto de la Sagrada Escritura que dice: Bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados (perdón de los pecados), y recibiréis el don del Espíritu Santo (santificación interior) (Hechos 2, 38). Otros textos: I Cor. 6, 11; Hechos 22, 16; Rom, 6, 3ss.; Tit. 3, 5; Jn. 3, 5, etc. En el Magisterio de la Iglesia se enseña esta verdad en los siguientes textos: Dz. 696, 742, 792, 895, etc.

                       La gracia sacramental

                                   Esta gracia supone un derecho especial a recibir los auxilios espirituales que sean necesarios para vivir cristianamente, como hijo de Dios en la Iglesia, hasta alcanzar la salvación.

                                   Con ella, el cristianismo es capaz de vivir dignamente su ‘nueva existencia’, pues ha renacido, cual nueva criatura, semejante a Cristo que murió y resucitó, según las palabras del Apóstol: Con El fuisteis sepultados en el bautismo, y en El, asimismo, fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos (Col. 2, 12. Cfr. Conc. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 22).

                       El carácter bautismal

El bautismo recibido válidamente imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el carácter bautismal, y por eso este sacramento no se puede repetir (De fe, Conc. de Trento, Dz. 852 y 857; Catecismo, n. 1121).

Como hemos dicho (cfr. 1.4.3), el carácter sacramental realiza una semejanza con Jesucristo que, en el caso del bautismo, implica:

                                   a) La incorporación del bautizado al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. El bautizado pasa a formar parte de la comunidad de todos los fieles, que constituyen el Cuerpo Místico de Cristo, cuya cabeza es el mismo Señor. De la unidad del Cuerpo Místico de Cristo -uno e indivisible- se sigue que todo aquel que recibe válidamente el bautismo (aunque sea bautizado fuera de la Iglesia Católica, por ejemplo en la Iglesia Ortodoxa o en algunas confesiones protestantes) se convierte en miembro de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo.

                                   b) La participación en el sacerdocio de Cristo, esto es, el derecho y la obligación de continuar la misión salvadora y sacerdotal del Redentor. Por el carácter, el cristiano es mediador entre Dios y los hombres: eleva hasta Dios las cosas del mundo y da a los hombres las cosas de Dios. Esta participación es doble:

                                              1º. Activa: santificando las realidades temporales y ejerciendo el apostolado.

Así lo resume el Decreto sobre el apostolado de los seglares (Decreto Apostolicam actuositatem, del Conc. Vaticano II), en el n. 2: la vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostolado. ‘Por su misma naturaleza’ supone el hecho único y exclusivo de la recepción bautismal. Ver también, Const. Lumen gentium, nn. 31 y 33.

                                              2º. Pasiva: facultad para recibir los demás sacramentos.

                       Por eso el bautismo se denomina ianua sacramentorum, puerta de los sacramentos.

                       Remisión de las penas debidas por los pecados

                                   Es verdad de fe (Concilio de Florencia, Dz. 696; Concilio de Trento, Dz. 792), que el bautismo produce la remisión de todas las penas debidas por el pecado.

                                   Se supone, naturalmente, que en caso de recibirlo un adulto, debe aborrecer internamente todos sus pecados, incluso los veniales.

                                   Por esto, San Agustín enseña que el bautizado que partiera de esta vida inmediatamente después de recibir el sacramento, entraría directamente en el cielo (cfr. De peccatórum meritis et remissione, II, 28, 46).

                                   Santo Tomás explica el porqué de este efecto con las siguientes palabras: "La virtud o mérito de la pasión de Cristo obra en el bautismo a modo de cierta generación, que requiere indispensablemente la muerte total a la vida pecaminosa anterior, con el fin de recibir la nueva vida; y por eso quita el bautismo todo el reato de pena que pertenece a la vida anterior. En los demás sacramentos, en cambio, la virtud de la pasión de Cristo obra a modo de sanación, como en la penitencia. Ahora bien: la sanción no requiere que se quiten al punto todas las reliquias de la enfermedad" (In Ep. ad Romanos, c. 2, lect. 4).


           NECESIDAD DE RECIBIR EL BAUTISMO

                       El bautismo es absolutamente necesario para salvarse, de acuerdo a las palabras del Señor: "El que creyere y se bautizare, se salvará" (Mc. 16, 16).

                       El Concilio de Trento definió: "Si alguno dijere que el bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación, sea anatema" (Dz. 861). "La legislación eclesiástica afirma: El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para salvarse..." (CIC, c. 849).

                       La razón teológica es clara: sin la incorporación a Cristo -la cual se produce en el bautismo- nadie puede salvarse, ya que Cristo es el único camino de vida eterna, sólo El es el Salvador de los hombres (cfr. Jn. 14, 9; Hechos 4, 12. Ver S. Th. III, q. 68, aa. 1-3).

                       Sin embargo, este medio necesario para la salvación puede ser suplido en casos extraordinarios, cuando sin culpa propia no se puede recibir el bautismo de agua, por el martirio (llamado también bautismo de sangre), y por la contrición o caridad perfecta (llamada también bautismo de deseo) para quienes tienen uso de razón.

                                   1º. El bautismo de deseo es el anhelo explícito (p. ej., catecúmeno) o implícito (p. ej., pagano o infiel) de recibir el bautismo, deseo que debe ir unido a la contrición perfecta. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña al respecto que a los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento (n. 1259). Otros textos del Magisterio pueden verse en: Dz. 388, 413, 796, 847. Ver también CIC, c. 849. Para aquel que ha conocido la revelación cristiana, el deseo de recibirlo ha de ser explícito. Por el contrario, para el que no tenga ninguna noticia del sacramento basta el deseo implícito. De esta forma, la misericordia infinita de Dios ha puesto la salvación eterna al alcance real de todos los hombres. Es, pues, conforme al dogma, creer que los no cristianos que de buena fe invocan a Dios (sin fe es imposible salvarse), están arrepentidos de sus pecados (no puede cohabitar el pecado con la gracia), tienen el deseo de hacer todo lo necesario para salvarse (cumplen la ley natural e ignoran inculpablemente a la verdadera Iglesia), quedan justificados por el bautismo de deseo (cfr. Lumen gentium, n. 16). En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir ‘Dejad que los niños se acerquen a mí, no se los impidáis’ (Mc. 10, 14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es m s apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo (Catecismo, n. 1261).

                                    2º. El bautismo de sangre es el martirio de una persona que no ha recibido el bautismo, es decir, el soportar pacientemente la muerte violenta por haber confesado la fe cristiana o practicado la virtud cristiana. Jesús mismo dio testimonio de la virtud justificativa del martirio: A todo aquel que me confesare delante de los hombres yo también le confesar‚ delante de mi Padre que est en los cielos (Mt. 10, 32); El que perdiere su vida por amor mío, la encontrar (Mt. 10, 39); etc.

                       La Iglesia venera como mártir a Santa Emereciana, que antes de ser bautizada fue martirizada sobre el sepulcro de su amiga Santa Inés, al que había ido a orar. De Valentiniano II, que fue asesinado mientras se dirigía a Milán para recibir el bautismo, dijo San Anselmo: Su deseo lo ha purificado (De obitu Valent. 51). Conforme al testimonio de la Tradición y la liturgia (por ejemplo, la festividad de los Santos Inocentes), también los niños que no han llegado al uso de razón pueden recibir el bautismo de sangre.

           EL MINISTRO DEL BAUTISMO

                       El ministro ordinario del bautismo es el Obispo, el presbítero y el diácono (CIC, c. 861, & 1).

                       En el caso de urgente necesidad, puede administrarlo cualquier persona, aun hereje o infiel, con tal que emplee la materia y la forma prescritas (ver 2.3) y tenga intención al menos de hacer lo que la Iglesia hace.

                       "En caso de necesidad, no sólo puede bautizar el sacerdote o el diácono, sino también un hombre o una mujer, e incluso un pagano y un hereje, con tal que lo haga en la forma que lo hace la Iglesia y que pretenda hacer lo que ella hace" (Dz. 696). Ya antes, el Concilio de Letrán definió como verdad de fe que el bautismo puede administrarlo válidamente cualquier persona (cfr. Dz. 430). La razón de lo anterior es clara: siendo el bautismo absolutamente necesario para la salvación, quiso Jesucristo facilitar extraordinariamente su administración poniéndolo al alcance de todos. Es por eso que la Iglesia indica que "los pastores de almas, especialmente el párroco, han de procurar que los fieles sepan bautizar debidamente" (CIC, c. 861, & 2).

                       Si el niño permanece vivo tras el bautismo de emergencia, se debe notificar al párroco correspondiente, el cual averiguar la validez del sacramento, registrándolo en los archivos parroquiales y completando las ceremonias adicionales.

                       Fuera de caso de necesidad, el bautismo administrado por una persona cualquiera sería válido, pero gravemente ilícito (cfr. CIC, c. 862).

           EL SUJETO DEL BAUTISMO

                       "Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano no bautizado, y sólo él" (CIC, c. 864).

                       Los sujetos incapaces son sólo los ya bautizados o los muertos. En duda si la persona vive, se administra bajo condición: Si vives, yo te bautizo... "Cuando hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado válidamente, y la duda persiste luego de cuidadosa investigación, se ha de bautizar bajo condición: Si no estás bautizado, yo te bautizo..."

                       Para estudiar las condiciones que han de reunir los que se bautizan, distinguiremos al sujeto adulto del que no ha llegado al uso de razón.

                                   1o. Los adultos

                                              Para quienes han llegado al uso de razón es necesaria la intención de recibir el bautismo, de manera que el bautizado sin voluntad de recibir el sacramento, ni lícita, ni válidamente es bautizado (Instr. de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, 3-VIII-1860).

                                              Estaría en este caso, por ejemplo, el infiel que sea obligado a recibir el bautismo, o que finja recibirlo para sacar provechos personales, o si mientras duerme es bautizado sin su consentimiento, etc.

                                              Para recibirlo lícitamente, se requiere (cfr. CIC, c. 865, & 1):

                                                          - que el sujeto tenga fe (recuérdense las palabras de Mc. 16, 16: El que creyere y fuere bautizado, se salvará: primero la fe, luego el bautismo). Las verdades de fe en las que al menos debe creer, son: la existencia de Dios, que Dios es remunerador, la Encarnación del Verbo, y la Santísima Trinidad. Ha de preceder al bautismo, por tanto, la instrucción suficiente sobre estas verdades; ya después de bautizado habría de ser instruido en las demás;

                                                          - que esté arrepentido de sus pecados (Hechos 2, 38: arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros) pues, como hemos dicho, la gracia en este caso, la que recibe el bautizado es incompatible con el pecado.

                                              De lo anterior se seguiría, por ejemplo, que quien acepte ser bautizado por miedo, recibir válidamente el sacramento, puesto que le faltaría la intención de recibirlo, aunque mientras no tuviera la fe y la penitencia debidas, sería infructuoso en él.

                                              2o. Los niños

                                                          Es válido y lícito el bautismo de los niños que aún no llegan al uso de razón.

                                                          Inocencio III lo declaró verdad de fe contra los valdenses (Dz. 424 y 430); el Conc. de Trento contra los anabaptistas (que repetían el bautismo cuando el individuo llegaba al uso de razón) y contra los protestantes (afirmaban que al ser la fe causa eficaz de la validez sacramental, se requería que el sujeto la poseyera en acto: cfr. Dz. 867 a 870).

                                                          La costumbre de bautizar a los niños es muy antigua en la Iglesia. Ya el Conc. de Cartago (a. 418) declaró contra los pelagianos que los niños recién nacidos del seno materno han de ser bautizados (canon 2). La misma doctrina se declaró en Efeso y en otros muchos Concilios (II de Letr n, IV de Letrán, Vienne, Florencia, etc.).

                                                          Según la doctrina católica, la fe actual del niño puede faltar, pues no es ella la causante de la eficacia sacramental como afirman los protestantes sino sólo un acto dispositivo. La fe en acto es sustituida por la fe de la Iglesia.

                                                          Una profunda fundamentación filosófica de este importante tema es tratada en la Suma Teológica, III, q. 68, a. 9. Santo Tomás de Aquino (cfr. S. Th., III, q. 68, a. 9) prueba que no sólo es lícito y válido bautizar a los niños, sino que además:

                                                                      - es necesario bautizarlos, ya que nacen con la grave mácula del pecado original, que sólo el bautismo puede curar (resultaría análogo el caso del niño que nace enfermo y no se busca su alivio);

                                                                      - es conveniente porque, como la gracia se produce ex opere operato, ya desde esa tierna edad son poseedores de los bienes sobrenaturales y reciben la constante actuación benéfica del Espíritu Santo en sus almas.

                                   Con frecuencia algunos se preguntan: ¿Está bien que los padres o los padrinos acepten en nombre del niño unas obligaciones sin saber si luego serán aceptadas? Es verdad que el bautismo impone obligaciones y exige responsabilidades, pero también la vida, y la educación del párvulo exigen responsabilidades y, con todo, no se pregunta al niño si quiere asumir las cargas de la escuela o de la vida, sino que se le prepara para hacerlo porque son para él un bien.

                                   El bautismo es un don, el mayor de todos los dones. Para recibir un don no se requiere el consentimiento explícito. ¿No hay acaso leyes por las que los padres o tutores pueden y deben aceptar una herencia en nombre de su hijo? ¿Por qué razones habría que hacer una excepción con el bautismo, que abre camino a los tesoros de la gracia?

                                   Tampoco es motivo suficiente decir que siempre queda tiempo para recibir el bautismo, en edad adulta. Esto equivaldría a decir que no tiene importancia alguna el beneficio que recibe el niño desde pequeño, o exponerle durante años al peligro de perder el cielo eternamente. Y, puesto que nadie tiene seguro un solo día de vida terrena, luego tampoco está asegurado el bautismo más adelante si a su tiempo no lo recibió por negligencia de sus padres.

                                   En vista de la importancia que el bautismo tiene para la salvación, la legislación de la Iglesia indica que los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas (CIC, c. 867 & 1), y si el niño se encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora"" (Ibid., & 2).

                                   Por la misma razón, también se indica que el niño de padres católicos, e incluso no católicos, en peligro de muerte, puede lícitamente ser bautizado, aun contra la voluntad de sus padres (c. 868, & 1); aunque fuera del peligro de muerte, no se ha de bautizar al niño cuyos padres se opongan, por no tener la esperanza de poder educarlo en la religión católica (Ibid.).

                                   Por último, se indica que:

                                              - El niño expósito o que se halló abandonado, debe ser bautizado, a no ser que conste su bautismo después de una investigación diligente (c. 870);

                                              - En la medida de lo posible se deben bautizar los fetos abortivos, si viven (c. 871).

                                   La doctrina de que el feto humano está informado por el alma racional desde el primer momento de su concepción, es la razón por la que el legislador manda bautizar si se produce un aborto. Es de notar que esta doctrina es tan firme, que no tiene lugar en este caso el bautismo bajo condición, si consta que el feto está vivo.

                                   Las mismas razones aducidas para el bautismo de los niños han de emplearse cuando se trata de dementes que nunca han tenido uso de razón.

           LOS PADRINOS DEL BAUTISMO

                       Padrinos son las personas designadas por los padres del niño -o por el bautizado, si es adulto-, para hacer en su nombre la profesión de fe, y que procuran que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones del mismo (CIC, c. 872).

                       La legislación de la Iglesia en torno a los padrinos del bautismo estipula que:

                                   - ha de tenerse un solo padrino o una madrina, o uno y una (CIC, c. 873);

                                   - para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:

                                              tenga intención y capacidad de desempeñar esta misión;

                                              haya cumplido 16 años;

                                              sea católico, esté confirmado, haya recibido el sacramento de la Eucaristía y lleve una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir;

                                              no esté afectado por una pena canónica;

                                              no sea el padre o la madre de quien se bautiza (cfr. CIC, c. 874 & 1).


El año cristiano

¿Qué es el año litúrgico?

El año litúrgico celebra la obra salvadora de Cristo en el tiempo, pero es también expresión de la respuesta de conversión y de fe por parte de la Iglesia. Se trata de hacer presente el misterio de Cristo en el tiempo de los hombres para reproducirlo en sus vidas, para que lo asimilen.

Es un deber de la Iglesia celebrar en días determinados la obra salvadora de Jesucristo. Así, cada semana se conmemora el misterio de Cristo en el día “del Señor”, el domingo. Además, en el círculo del año se desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la venida gloriosa del Señor. Con la celebración se abren las riquezas del poder santificador y de los méritos del Señor, de tal manera que se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y asumirlos.

En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, se venera con amor especial a la Virgen María. Además, la Iglesia introdujo el recuerdo de los mártires y de los demás santos, en los que proclama el misterio pascual cumplido en ellos y nos los propone como ejemplos.

 

¿Cuál es la fin del año litúrgico en la vida de un cristiano?

El año litúrgico, con sus diversas etapas, actúa como un troquel que imprime en nuestra alma la imagen de Cristo y que nos moldea y asemeja cada vez más a Él. El continuo discurrir de años litúrgicos no es circular, de eterno retorno, sin progreso, estando siempre en el mismo lugar, sino que es como una espiral que asciende por un cono. Nunca estamos en el mismo punto, aunque comencemos de nuevo a considerar esos misterios. Siempre estamos más asimilados e insertados sacramentalmente en Cristo.

Esta es la tarea y función del año litúrgico. Su grandeza reside en que pasa casi inadvertida, pero es eficaz. Sacramento a sacramento, oración a oración, somos cada vez más semejantes a Jesús, presente y operante en los misterios.   

¿Cuáles son los tiempos litúrgicos de la Iglesia?

La Iglesia tiene varios tiempos litúrgicos, y cada uno, se le asigna un color y un sentido:

·        Tiempo de Adviento, enfatizando la dimensión de espera de la venida del Señor. Tiempo de preparación para Navidad. Su color es el morado.

·        Tiempo de Navidad, considerando el misterio del Dios-con-nosotros, Dios hecho hombre y su manifestación a los hombres. Su color es el blanco.

·        Tiempo de Cuaresma, donde profundizamos en el misterio del Señor en el desierto ayunando y siendo tentado por Satanás. Tiempo de preparación para Pascua. Su color es el morado.

·        Tiempo Pascual: considerando la resurrección del Señor y el envío del Espíritu Santo, con su espera y petición durante el final la cincuentena. Su color es el blanco y el rojo.

·        Tiempo Ordinario: Es un tiempo distribuido a lo largo de 33 ó 34 semanas, no seguidas. Su color es el verde.



LA FE
166 La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.
167 "Creo" (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. "Creemos" (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. "Creo", es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: "creo", "creemos".
I "Mira, Señor, la fe de tu Iglesia" 
168 La Iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor (Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia, —A Ti te confiesa la Santa Iglesia por toda la tierra— cantamos en el himno Te Deum), y con ella y en ella somos impulsados y llevados a confesar también : "creo", "creemos". Por medio de la Iglesia recibimos la fe y la vida nueva en Cristo por el bautismo. En el Ritual Romano, el ministro del bautismo pregunta al catecúmeno: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna".
169 La salvación viene solo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: "Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento, y no en la Iglesia como si ella fuese el autor de nuestra salvación" (Fausto de Riez, De Spiritu Sancto, 1,2: CSEL 21, 104). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe.
Resumen
176 La fe es una adhesión personal del hombre entero a Dios que se revela. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras.
177 "Creer" entraña, pues, una doble referencia: a la persona y a la verdad; a la verdad por confianza en la persona que la atestigua.
178 No debemos creer en ningún otro que no sea Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
179 La fe es un don sobrenatural de Dios. Para creer, el hombre necesita los auxilios interiores del Espíritu Santo.
180 "Creer" es un acto humano, consciente y libre, que corresponde a la dignidad de la persona humana.
181 "Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre" (San Cipriano de Cartago, De Ecclesiae catholicae unitate, 6: PL 4,503A).
182 "Creemos todas aquellas cosas que se contienen en la Palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia [...] para ser creídas como divinamente reveladas" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 20).
183 La fe es necesaria para la salvación. El Señor mismo lo afirma: "El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" (Mc 16,16).
184 "La fe [...] es un gusto anticipado del conocimiento que nos hará bienaventurados en la vida futura" (S. Tomás de A., Compendium theologiae, 1,2).
 
El Credo
Símbolo de los Apóstoles
Credo de Nicea-Constantinopla
Creo en Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en un solo Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra, 
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor, 
 
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres, y
por nuestra salvación bajó del cielo,
que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se
hizo hombre;
padeció bajo el poder de Poncio
Pilato
fue crucificado,
muerto y sepultado,
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció
y fue sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre
los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha
de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos.
y resucitó al tercer día, según las
Escrituras,

y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe
una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
Creo en la Iglesia, que es una,
santa, católica y apostólica. 

el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
Palabras de Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis deseo contestar a la pregunta ¿qué es la fe y qué sentido tiene en un mundo de ciencia y técnica? Es paradójico que a pesar de tantos logros el hombre no haya crecido en humanidad, que se sienta desorientado en cuestiones fundamentales de la existencia. En efecto, el saber científico no basta, necesitamos amor, sentido, esperanza, un fundamento que nos ayude en la dificultad. La fe es eso, encomendarse a Aquel que nos da una certeza distinta, pero igualmente sólida, Dios. No es, por tanto, el mero aceptar una serie de verdades, sino adherirse a quien me da esperanza y confianza. 
Lógicamente, al revelarse, Dios ha llenado de contenido la fe, pues mostrándose en Cristo, ha manifestado su amor en la Cruz. La fe es creer en ese amor inmune a nuestra malicia, que es capaz de redimir toda esclavitud y darnos la salvación. Confiar en este amor conlleva también saber que es un don que hemos recibido, que no merma nuestra libertad ni nuestra inteligencia, sino que las exalta.
ueridos hermanos y hermanas:
Continuamos nuestra meditación sobre la fe católica partiendo de algunas preguntas: ¿Tiene la fe sólo un carácter personal, individual?, ¿me interesa sólo a mí?, ¿la vivo solo?
La fe es un acto eminentemente personal, es una experiencia íntima. Yo «creo», pero mi creer no es el resultado de una reflexión solitaria, sino el fruto de una relación con Jesús, en la que la fe me viene dada por Dios a través de la comunidad creyente que es la Iglesia. La fe nace en la Iglesia, conduce a ella y en ella se vive. Tenemos necesidad de la Iglesia para confirmar nuestra fe y hacer experiencia de los dones de Dios: la Palabra, los sacramentos, la gracia y el testimonio del amor. Ella nos da la garantía de que lo que creemos es el mensaje originario de Cristo, predicado por los Apóstoles.
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos reflexionado hoy sobre un aspecto fascinante de la experiencia humana y cristiana: el misterioso deseo de Dios que, como dice el Catecismo de la Iglesia, «está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios». 
Las experiencias humanas fundamentales, como el amor y la amistad, muestran que en todo deseo humano está el eco de un deseo más grande, que nunca se satisface plenamente. Y esta dinámica del deseo testimonia que el hombre es un ser religioso. También en nuestra época, aparentemente cerrada a lo trascendente, se puede abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de la vida, que muestre cómo la fe no es absurda o irracional. 
Es necesario promover una especie de pedagogía del deseo que, enseñando el gusto por las satisfacciones más auténticas de la vida, y la búsqueda continua de los bienes más altos, vaya dirigida, no a sofocar el deseo, sino a purificarlo y liberarlo, para que pueda alcanzar su verdadera profundidad. Cuando en el deseo se abre la ventana hacia Dios, esto es ya un signo de la presencia de la fe en el alma, que es un don de Dios.
Queridos hermanos y hermanas:
“Queridos hermanos y hermanas: La pregunta que nos hacemos hoy es: ¿cómo podemos hablar de Dios en nuestro tiempo? Sabemos que el amor de Dios es expansivo por su propia naturaleza. El mismo Dios, en virtud de este amor, se nos comunica en su Hijo muerto y resucitado. Recibimos la fe precisamente escuchando este anuncio.
Es este amor el que nos exige salir de nosotros mismos para proclamarlo a todos. Para hablar de Dios, es necesario que crezcamos cada día en el conocimiento y la intimidad con el Señor. En el anuncio del Reino no debemos buscar el éxito inmediato, sino seguir su ejemplo de humildad y paciencia. No buscarnos a nosotros mismos sino centrarnos en lo esencial del misterio de Dios. Con el ejemplo de su vida, Jesús nos enseña a hacernos cargo de la debilidad del hombre para llevarlo hacia Dios. Nos pide que nuestra vida sea, como la suya, reflejo de una íntima unión con Dios. Así, en nuestras vidas, nuestras familias, con nuestros hijos, podremos manifestar ese mismo amor de Cristo, estando atentos a cada necesidad, a los anhelos más profundos, para poder dar una respuesta de esperanza a la humanidad. 
La penitencia:

¿Por qué confesarse?
  Quien ha tenido la desgracia de pecar gravemente, si quiere salvarse, no tiene más remedio que confesarse para que se le perdonen sus pecados. Es cierto que con el acto de perfecta contrición , puede uno recobrar la gracia, pero para esto hay que tener, además, el propósito firme de confesar después estos pecados, aunque estén ya perdonados; pues Jesucristo ha querido someter al sacramento de la confesión todos los pecados graves.
 Por voluntad del Cristo , la Iglesia posee el poder de perdonar los pecados de los bautizados, y ella lo ejerce de modo habitual en el sacramento de la penitencia por medio de los obispos y de los presbíteros .
 Este sacramento se llama también de la Reconciliación, pues nos reconcilia con Dios y con la Comunidad Cristiana de la cual el pecador se separa vitalmente, al perder la gracia por el pecado grave.
 No vivas nunca en pecado. Si tienes la desgracia de caer, ese mismo día haz un acto de contrición perfecta, y luego confiésate cuanto antes. No lo dejes para después.
 El que se confiesa a menudo no es porque tenga muchos pecados, sino para no tenerlos. El que se lava de tarde en tarde, estará más sucio que el que se lava a menudo.
 La misericordia de Dios es infinita. Dice la Biblia: Como el viento norte borra las nubes del cielo, así mi misericordia borra los pecados de tu alma . . Y en otro sitio: «Cogeré tus pecados y los lanzaré al fondo del mar para que nunca más vuelvan a salir a flote».
 Pero también su justicia es infinita, y por lo tanto no puede perdonar a quien no se arrepiente. Esto sería una monstruosidad que Dios no puede hacer. 
 Pío XII en la Encíclica Mystici Corporis habla de los valores de la confesión frecuente diciendo que aumenta el recto conocimiento de uno mismo, crece la humildad cristiana, se desarraiga la maldad de las costumbres, se pone un dique a la pereza y negligencia espiritual, y se aumenta la gracia por la misma fuerza del sacramento . Y el Concilio Vaticano II habla de la confesión sacramental frecuente que, preparada por el examen de conciencia cotidiano, tanto ayuda a la necesaria conversión del corazón . 
 Quien vive en pecado grave es muy fácil que se condene por tres razones:
  1) Porque después es muy posible que le falte la voluntad de confesarse, como le falta ahora.
  2) Porque, aun suponiendo que no le falte esta voluntad, es posible que le sorprenda la muerte sin tiempo para confesarse.
  3) Finalmente, quien descuida la confesión, y va amontonando pecados y pecados, cada vez encontrará más dificultades para romper. Un hilo se rompe mucho mejor que una maroma. Para arrepentirse sería entonces necesario un golpe de gracia prodigioso; y esta gracia sobreabundante Dios no suele concederla a quien se obstina en el mal.
 Jesucristo se lo advierte así a los que quieren jugar con Dios: «Me buscaréis y no me encontraréis, y moriréis en vuestro pecado».
El examen de conciencia
 Examen de conciencia consiste en recordar los pecados cometidos desde la última confesión bien hecha. Naturalmente, el examen se hace antes de la confesión para decir después al confesor todos los pecados que se han recordado; y cuántas veces cada uno, si se trata de pecados graves.
 Si sabes el número exacto de cada clase de pecados graves, debes decirlo con exactitud. Pero si te es muy difícil, basta que lo digas con la mayor aproximación que puedas: por ejemplo, cuántas veces, más o menos, a la semana, al mes, etc. Y si después de confesar resulta que recuerdas con certeza ser muchos más los pecados que habías cometido, lo dices así en la próxima confesión. Pero no es necesario que después de confesar sigas pensando en el número de pecados cometidos, pues entonces nunca quedaríamos tranquilos. Si hiciste el examen con diligencia, no debes preocuparte ya más: todo está perdonado.
 El examen debe hacerse con diligencia, seriedad y sinceridad; pero sin angustiarse . La confesión no es un suplicio ni una tortura, sino un acto de confianza y amor a Dios. No se trata de atormentar el alma, sino de dar a Dios cuenta filial. Dios es Padre.
 El examen de conciencia se hace procurando recordar los pecados cometidos de pensamiento, palabra y obra, o por omisión, contra los mandamientos de la ley de Dios, de la Iglesia o contra las obligaciones particulares. Todo desde la última confesión bien hecha. 
Dolor de los pecados
 Dolor de los pecados es arrepentirse de haber pecado y de haber ofendido a Dios. 
 Arrepentirse de haber hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha, y dolerse de haberla hecho. El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido; un detestar el pecado . No basta dolerse de haber pecado por un motivo meramente humano. Por ejemplo, en cuanto que el pecado es una falta de educación (irreverencia a los padres), o en cuanto que es una cosa mal vista (adulterio), o que puede traerme consecuencias perjudiciales para la salud (prostitución), etc., etc. El arrepentido aborrece la ofensa a Dios, y propone no volver a ofenderlo.
 No es lo mismo el dolor de una herida -que se siente en el cuerpo- que el dolor de la muerte de una madre -que se siente en el alma-. El arrepentimiento es «dolor del alma». Pero el dolor de corazón que se requiere para hacer una buena confesión no es necesario que sea sensible realmente, como se siente un gran disgusto. Basta que se tenga un deseo sincero de tenerlo. El arrepentimiento es cuestión de voluntad. Quien diga sinceramente quisiera no haber cometido tal pecado tiene verdadero dolor.
 El dolor es lo más importante de la confesión. Es indispensable: sin dolor no hay perdón de los pecados .
 Por eso es un disparate esperar a que los enfermos estén muy graves para llamar a un sacerdote. Si el enfermo pierde sus facultades, podrá arrepentirse» Pues sin arrepentimiento, no hay perdón de los pecados, ni salvación posible. El dolor debe tenerse -antes de recibir la absolución- de todos los pecados graves que se hayan cometido. Si sólo hay pecados veniales es necesario dolerse al menos de uno, o confesar algún pecado de la vida pasada.
Contrición perfecta y atrición
 Contrición perfecta es un pesar sobrenatural del pecado por amor a Dios, por ser Él tan bueno, porque es mi Padre que tanto me ama, y porque no merece que se le ofenda, sino que se le dé gusto en todo y sobre todas las cosas. Contrición es arrepentirse de haber pecado porque el pecado es ofensa de Dios. Siempre con propósito se enmendarse desde ahora y de confesarse cuando se pueda . La contrición es dolor perfecto . 
 Aunque la contrición perdona, la Iglesia obliga a una confesión posterior, porque es necesario que el pecador haga una adecuada satisfacción; y ésta, es el sacerdote el que debe imponérsela, porque es el delegado por Dios para reconciliar con la Iglesia.
 El acto de contrición es la manifestación de la pena que nos causa haber ofendido a Dios por lo bueno que es y por lo mucho que nos ama: lágrimas no sólo por temor al castigo, sino por la pena de haberle entristecido.
 Atrición es un pesar sobrenatural de haber ofendido a Dios por temor a los castigos que Dios puede enviar en esta vida y en la otra, o por la fealdad del pecado cometido, que es una ingratitud para con Dios y un acto de rebeldía. Siempre con propósito de enmendarse y de confesarse. La atrición es dolor imperfecto, pero basta para la confesión . 
 Un ejemplo: un chico jugando a la pelota en su casa rompe un jarrón de porcelana que su madre conservaba con cariño y, al ver lo que ha hecho, se arrepiente. Si lo que teme es el castigo que le espera, tiene dolor semejante a la atrición; pero si lo que le duele es el disgusto que se va a llevar su madre, tiene un dolor semejante a la contrición. 
 Es lógico que la contrición y la atrición vayan un poco unidas. Aunque uno tenga contrición, eso no impide que también tenga miedo al infierno, como corresponde a todo el que tiene fe. Y aunque uno se arrepienta por atrición, hay que suponer algún grado de amor para recuperar la amistad con Dios.
 Es mejor la contrición perfecta, pues con propósito de confesión y enmienda, perdona todos los pecados, aunque sean graves . 
 Cuando uno, en peligro de muerte, está en pecado grave y no tiene cerca un sacerdote que le perdone sus pecados, hay obligación de hacer un acto de perfecta contrición con propósito de confesarse cuando pueda. El acto de contrición le perdona sus pecados, y si llega a morir en aquel trance, se salvará. Si se arrepiente sólo con atrición, no consigue el perdón de sus pecados graves, a menos que se confiese , o reciba la unción de los enfermos. Se salvarían muchos más si se acostumbraran a hacer con frecuencia un acto de contrición bien hecho.
 Deberíamos hacer un acto de contrición siempre que tengamos la desgracia de caer en un pecado grave. Así nos ponemos en gracia de Dios hasta que llegue el momento de confesarnos. Deberíamos hacer actos de arrepentimiento cada noche, y cada vez que caemos en la cuenta de que hemos pecado. Dios está deseando perdonarnos. Pero si no le pedimos perdón, no nos puede perdonar. Sería una monstruosidad perdonar una falta a quien no quiere arrepentirse de ella. «De Dios no se ríe nadie». El arrepentimiento es condición indispensable para recibir el perdón. El verdadero arrepentimiento incluye el pedir perdón a Dios. No sería sincero nuestro arrepentimiento si pretendiésemos despreciar el modo ordinario establecido por Dios para perdonarnos.
Acto de contrición
 EL ACTO DE CONTRICIÓN SE HACE REZANDO DE CORAZÓN EL «SEÑOR MIO JESUCRISTO...» (lo tienes en los Apéndices) O, MAS FACILMENTE, DICIENDO DE TODO CORAZÓN: «Dios mío, yo te amo con todo mi corazón y sobre todas las cosas. Yo me arrepiento de todos mis pecados, porque te ofenden a Ti, que eres tan bueno. Señor, perdóname y ayúdame para que nunca más vuelva a ofenderte, que yo así te lo prometo». Y si quieres uno más breve para momentos de peligro: «Dios mío, perdóname, que yo te amo sobre todas las cosas»
 Además, este acto de contrición tan breve, te sirve también para cuando vayas a confesarte si no sabes el «Señor mío Jesucristo». Si sabes el acto de contrición largo, lo puedes hacer con devoción y consciente de lo que dices; pero si crees que no te va a salir bien, o lo vas a decir rutinariamente, más vale que repitas varias veces de corazón: «Dios mío, perdóname!, Dios mío, perdóname!».
 Pero además, este acto de contrición en tres palabras, puede servir también para que ayudes a bien morir a otras personas: parientes, conocidos o incluso desconocidos, si encuentras, por ejemplo, un accidente en la carretera. Aunque parezcan muertos, el oído es lo último que se pierde; y muchos que parecían muertos, después, cuando se recuperaron, dijeron que se habían enterado de todo lo que ocurrió, aunque ellos no podían decir una palabra ni mover un solo músculo de su cuerpo. Por eso, si alguna vez te encuentras en la carretera un accidente, no dudes en ponerte de rodillas en el suelo, aplicar tu boca a su oído y decirle por lo menos tres veces: «Dios mío, perdóname! , Dios mío, perdóname! , Dios mío, perdóname!». Que si lo oye y lo acepta, le ayudas a que salve su alma. Y nadie en la vida le ha hecho mayor favor que tú, que en la hora de la muerte le ayudaste a ganar el cielo.
 Debemos preocuparnos de ayudar a bien morir a los moribundos. Hoy está muy paganizado el sentido de la muerte, y muchas personas ante un accidente o un moribundo, se preocupan del médico, y muy pocos se preocupan de preparar el alma para la eternidad. Ocúpate tú si ves que nadie se acuerda de hacerlo.
 Ojalá que ayudes a bien morir a muchas personas. El día que te encuentres con ellos en el cielo verás cómo te lo agradecen; y sentirás felicidad por haber colaborado a la salvación de otros.
 Creo que con este acto de contrición, en tres palabras, te ayudo a que puedas enfrentarte con tranquilidad a la muerte, si en ese momento trascendental no tienes al lado un sacerdote que te perdone; y además puedes ayudar a otros a bien morir, y de esta manera colaborar a su salvación eterna.
 Para hacer un acto de contrición no es necesario usar ninguna fórmula determinada. Basta detestar de corazón todos los pecados por ser ofensa a Dios. Cuando quieras hacer un acto de contrición perfecta también puedes hacerlo pensando en Cristo crucificado, y arrepintiéndote, por amor suyo, de tus pecados, ya que fueron causa de su Pasión y Muerte.
 El acto de contrición es un acto de la voluntad. Puede estar bien hecho, aunque te parezca que no sientes sensiblemente lo que dices. Si quieres amar a Dios sobre todas las cosas y no volver a pecar, es lo suficiente. Pero debes querer que sea verdad lo que dices. No basta decir el acto de contrición sólo con los labios. Es necesario decirlo con todo el corazón.
 Es de capital importancia el saber hacer un acto de perfecta contrición, pues es muy frecuente tenerlo que hacer: son muchos los que a la hora de la muerte no tienen a mano un sacerdote que los confiese.
 Además, conviene hacer el acto de contrición todas las noches, después de haber hecho un breve examen de conciencia, añadiendo siempre el propósito de enmendarse y confesarse. No deberíamos olvidar nunca aquel admirable consejo: Pecador, no te acuestes nunca en pecado; no sea que despiertesya condenado. 
 Son más de los que nos figuramos los que se acuestan tranquilos y despiertan en la otra vida, muertos de repente. En la calle Capitán Arenas, de Barcelona, el 6 de marzo de 1972 a las tres de la madrugada se produjo una explosión de gas y se hundió un moderno edificio de muchas plantas. Murieron todos los vecinos. Lo mismo ha ocurrido repetidas veces en terremotos .
Propósito de enmienda
 Propósito de enmienda es una firme resolución de no volver a pecar. El propósito brota espontáneamente del dolor . Si tienes arrepentimiento de verdad, harás el propósito de no volver a pecar. Dice el profeta Isaías: «Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad».Es absurdo decirse al pecar: después me arrepentiré . Si después piensas arrepentirte de verdad, para qué haces ahora lo que luego te pesará de haber hecho» Nadie se rompe voluntariamente una pierna diciendo: después me curaré . El propósito hay que hacerlo antes de la confesión, y es necesario que perdure (por no haberlo retractado) al recibir la absolución. El propósito tiene que ser universal, es decir, propósito de no volver a cometer ningún pecado grave. No basta que se limite a los pecados de la confesión presente. Y debe ser «para siempre». Sería ridículo que uno que ha ofendido a otro le dijera: «Siento lo ocurrido, pero me reservo el derecho de hacerlo otra vez, si me da la gana».Si no hay verdadero propósito de la enmienda, la confesión es inválida y sacrílega .
  No creas que tu propósito no es sincero porque preveas que volverás a caer. El propósito es de la voluntad; el prever es de la razón. Basta que tengas ahora una firme determinación, con la ayuda de Dios, de no volver a pecar. El temor de que quizás vuelvas después a caer no destruye tu voluntad actual de no querer volver a pecar. Y esto último es lo que se requiere. Para poder confesarse no hace falta estar ciertos de no volver a caer. Esta seguridad no la tiene nadie. Basta estar ciertos de que ahora no quieres volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar .
 Dice Juan Pablo II: Es posible que, aun en la lealtad del propósito de no volver a pecar, la experiencia del pasado y la conciencia de la debilidad actual susciten el temor de nuevas caídas; pero eso no va en contra de la autenticidad del propósito, cuando a ese temor va unida la voluntad, apoyada por la oración, de hacer lo que es posible para evitar la culpa .
 Pero no olvides que para que el propósito sea eficaz es necesario apartarse seriamente de las ocasiones de pecar , porque, dice la Biblia: « quien ama el peligro perecerá en él».
Decir los pecados al confesor
 Al confesor hay que decirle voluntariamente, con humildad, y sin engaño ni mentira, todos y cada uno de los pecados graves no acusados todavía en confesión individual bien hecha ; y en orden a obtener la absolución . No tendría carácter de confesión sacramental manifestar los pecados para pedir consejo, obligarle a callar, etc. . 
 Antes de empezar la confesión el sacerdote puede leer al penitente, o recordarle, algún texto o pasaje de la Sagrada Escritura en que se muestre la misericordia de Dios y la llamada del hombre a la conversión .
 Dijo el Papa Juan Pablo II el 30 de enero de 1981: «Sigue vigente y seguirá vigente para siempre, la enseñanza del Concilio Tridentino en torno a la necesidad de confesión íntegra de los pecados mortales». Es indispensable manifestar los pecados con toda sinceridad y franqueza, sin intención de ocultarlos o desfigurarlos. Si confesamos con frases vagas o ambiguas con la esperanza de que el confesor no se entere de lo que estamos diciendo, nuestra confesión puede ser inválida y hasta sacrílega. Al confesor hay que manifestarle con claridad los pecados cometidos para que él juzgue el estado del alma según el número y gravedad de los pecados confesados.
 La absolución exige, cuando se trate de pecados mortales, que el sacerdote comprenda claramente y valore la calidad y el número de los pecados . El confesor debe conocer las posibles circunstancias atenuantes o agravantes, y también las posibles responsabilidades contraídas por ese pecado.
 También hace falta que el penitente esté en presencia del confesor. No es válida la confesión por teléfono(.
 Si queda olvidado algún pecado grave, no importa; pecado olvidado, pecado perdonado. Pero si después me acuerdo, tengo que declararlo en otra confesión. Mientras tanto, se puede comulgar. Y no es necesario confesarse únicamente para decirlo, porque ya está perdonado .
 Pero si la confesión estuvo mal hecha, es necesario confesar de nuevo todos esos pecados graves, en otra confesión bien hecha.
 En alguna circunstancia excepcional se justifica el callar un pecado grave en la confesión: una vergüenza invencible de decirlo a un determinado confesor, por ejemplo, por la amistad que se tiene con él y no ser posible acudir a otro; si peligra el secreto, porque hay alguien cerca que puede enterarse, y no hay modo de evitarlo (sala de un hospital, confesonario rodeado de gente, etc.). Pero ese pecado grave, ahora lícitamente omitido, hay obligación de manifestarlo en otra confesión. Si en alguna ocasión quieres confesarte y no encuentras un sacerdote que entienda el español, o tú no puedes hablar, basta que le des a entender el arrepentimiento de tus pecados, por ejemplo, dándote golpes de pecho . Tu gesto basta para que el sacerdote te dé la absolución. Pero estos pecados así perdonados, tienes que manifestarlos la primera vez que te confieses con un sacerdote que entienda el idioma que tú hablas. 
 Recientemente la Sagrada Congregación de la Fe ha publicado un documento en el que se dan normas sobre la manifestación individual de los pecados en la confesión, y circunstancias en las que puede darse la absolución colectiva : «La confesión individual y completa, seguida de la absolución, es el único modo ordinario mediante el cual los fieles pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia. «A no ser que una imposibilidad física o moral les dispense de tal confesión». «Es lícito dar la absolución sacramental a muchos fieles simultáneamente, confesados sólo de un modo genérico, pero convenientemente exhortados al arrepentimiento, cuando visto el número de penitentes, no hubiera a disposición suficientes sacerdotes para escuchar convenientemente la confesión de cada uno en un tiempo razonable, y por consiguiente los penitentes se verían obligados, sin culpa suya, a quedar privados por largo tiempo de la Gracia Sacramental o de la Sagrada Comunión».
 Estas condiciones, según algunos, son necesarias para la validez del sacramento, pero los fieles que reciben la absolución colectiva siempre pueden quedar tranquilos, pues Dios suple, ya que ellos pusieron todo de su parte .Hay un principio teológico que dice: Al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia . Es el Obispo diocesano quien debe juzgar de esta conveniencia . Bien pidiéndole permiso previamente, bien comunicándoselo después, si no hubo tiempo de pedirle antes permiso .
  El 18 de noviembre de 1988 la Conferencia Episcopal Española publicó un documento, aprobado por la Santa Sede, en el que declara que hoy en España no existen circunstancias que justifiquen la absolución sacramental general. Y el arzobispo de Oviedo, D. Gabino Díaz Merchán , dijo a los sacerdotes del Arciprestazgo de Avilés-Centro, que las absoluciones colectivas, sin cumplir las condiciones dadas por la Iglesia, son ilícitas e inválidas. La razón es que el ministro que confecciona el sacramento tiene que tener intención de hacer lo que quiere hacer la Iglesia, y la Iglesia no quiere que se administre el sacramento de la penitencia fuera de las condiciones que ella ha puesto.
 Quienes hayan recibido una absolución comunitaria de pecados graves deben después confesarse individualmente antes de recibir de nuevo otra absolución colectiva, y, en todo caso, antes del año, a no ser que, por justa causa, no les sea posible hacerlo .
 Los fieles que quieran beneficiarse de la absolución colectiva, por estar debidamente dispuestos, deben manifestar mediante algún signo externo que quieren recibir dicha absolución, por ejemplo, arrodillándose, inclinando la cabeza, etc. Un caso concreto de aplicación de la absolución colectiva sería en peligro de muerte colectiva e inminente, sin tiempo de oír en confesión a cada uno , por ejemplo, momentos antes de estrellarse un avión averiado 
Los pecados veniales
 Los pecados veniales no es necesario decirlos, pero conviene . 
 La fiebre, aunque sean sólo unas décimas, es señal de que algo va mal en el organismo. El mal siempre hay que combatirlo, aunque no sea grave. En el hospital declaras al médico no sólo las cosas graves, sino también las leves; no sea que se compliquen. Hazlo así al sacerdote para que cure tu alma.
 Además de los pecados graves, hay que decirle al confesor cuántas veces se han cometido, y si hay alguna circunstancia agravante que varíe la especie o malicia del pecado . 
 El Concilio de Trento dice que «por derecho divino es necesario para el perdón de los pecados en el Sacramento de la Penitencia confesar todos y cada uno de los pecados mortales de que se acuerde después de un diligente y debido examen, y las circunstancias agravantes que cambian la especie del pecado».
 No es necesario que cuentes la historia del pecado, pero sí tienes que decir las circunstancias agravantes que varíen la especie o malicia del pecado. Una circunstancia varía la especie o malicia de un pecado, si convierte en grave lo que es leve, o lo opone a distintas virtudes o mandamientos .
 Por ejemplo: no es lo mismo asesinar a un hombre cualquiera que al propio padre. En el primer caso se peca contra el quinto mandamiento, que manda respetar la vida del prójimo.
 En el segundo caso se peca, además, contra el cuarto, que manda honrar a nuestros padres. Las circunstancias pueden cambiar la moralidad de una acción . Nunca las circunstancias pueden hacer buena una acción que de suyo es mala; pero pueden hacer mala una acción que era buena, o hacer peor una acción que ya era de suyo mala . Las circunstancias agravantes de tu pecado tienes que manifestarlas, si al cometerlo advertiste su malicia especial.
También hay circunstancias atenuantes que disminuyen la gravedad del pecado .
 Por eso no te extrañe que el confesor te pregunte sobre tus pecados; porque debe conocer cuántos y en qué circunstancias cometiste esos pecados que él va a perdonarte. El sacerdote debe ayudarte a hacer una confesión íntegra y a que tu arrepentimiento sea sincero. Debe también darte consejos oportunos e instruirte para que lleves una vida cristiana .
 Las principales circunstancias agravantes o atenuantes son:
Quién : adulterio, si uno de los dos es casado.
Qué: robar mil pesetas o un millón.
Cómo : robar con violencia.
Cuándo : blasfemar en la misa.
Dónde : pecar en público, con escándalo de otros.
Porqué : insultar para hacer blasfemar. 
 Los pecados dudosos -como ya dijimos en el número 61- no es obligatorio confesarlos, pero conviene hacerlo para más tranquilidad. Los pecados ciertos debes confesarlos como ciertos; y los dudosos, como dudosos. Si confesaste, de buena fe, un pecado grave como dudoso y después descubres que fue cierto, no tienes que acusarte de nuevo, pues la absolución lo perdonó tal como era en realidad . Para que haya obligación de confesar un pecado grave debe constar que ciertamente se ha cometido y ciertamente no se ha confesado. Al confesor conviene decirle también cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te confesaste. Esto es conveniente decirlo al empezar la confesión.
Callar voluntariamente 
 EL QUE CALLA VOLUNTARIAMENTE EN LA CONFESION UN PECADO GRAVE, HACE UNA MALA CONFESION, NO SE LE PERDONA NINGUN PECADO, Y, ADEMAS, AÑADE OTRO PECADO TERRIBLE, QUE SE LLAMA SACRILEGIO . Todas las confesiones siguientes en que se vuelva a callar este pecado voluntariamente, también son sacrílegas . Pero si se olvida, ese pecado queda perdonado, porque pecado olvidado, pecado perdonado . Pero si después uno se acuerda, tiene que manifestarlo diciendo lo que pasó.
 La absolución del sacerdote es el signo eficaz del perdón de Dios y el momento culminante de la celebración del sacramento de la penitencia.
 La absolución tiene lugar cuando el sacerdote pronuncia la fórmula sacramental: Yo te absuelvo de tus pecados , al mismo tiempo que traza la señal de la cruz sobre el penitente.
Cumplir la penitencia
 Cumplir la penitencia es rezar o hacer lo que el confesor me diga. La exhortación pontificia de Juan Pablo II Reconciliación y Penitencia (31,3) dice que las obras de satisfacción deben consistir en acciones de culto, caridad, misericordia y reparación. Si no sé o no puedo cumplirla, debo decírselo al confesor para que me ponga una penitencia distinta. 
 La penitencia se llama también satisfacción, pues de algún modo quiere expresar nuestra voluntad de reparación a la Iglesia del daño que le hemos producido al pecar, convirtiéndonos en miembros cancerosos del Cuerpo Místico de Cristo . Cumplir la penitencia es también expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.
 La penitencia hay que cumplirla en el plazo que diga el confesor. Si el confesor no ha fijado el tiempo, lo mejor es cumplirla cuanto antes, para que no se nos olvide; pero se puede cumplir también después de comulgar; y también confesarse de nuevo antes de haberla cumplido, con tal de que haya intención de cumplirla .
 Si la penitencia no se cumple por olvido involuntario, no hay que preocuparse; los pecados quedan perdonados. Pero si no se cumple culpablemente, aunque los pecados quedan perdonados, se comete un nuevo pecado mortal o venial, según que la penitencia fuera grave o leve. Penitencia grave es la que normalmente corresponde a pecados graves . Si después de la confesión no recuerdas la penitencia que te puso el confesor, o no puedes cumplirla, lo dices así en la próxima confesión. En caso de no acordarte qué penitencia te puso el confesor, puedes rezar o hacer lo que en otras confesiones parecidas te impusieron. 
 La penitencia es siempre muy pequeña comparada con nuestros pecados Pero, a pesar de ser tan pequeña, es suficiente, porque participamos de lo que se llama la Comunión de los Santos: todos los que pertenecemos a la Iglesia Católica formamos como una gran familia -que se llama el Cuerpo Místico de Cristo (Ver nº 41)- en la cual todos los bienes espirituales son comunes. 
 EN ÚLTIMO CASO , SI UNO NO SABE LO QUE TIENE QUE HACER PARA CONFESARSE BIEN, PUEDE DECIR AL CONFESOR: «PADRE, AYÚDEME USTED». 
 Al confesor se le dicen las cosas con sinceridad, tal como uno las siente en la conciencia. Pero, si no te atreves porque te da vergüenza, le puedes decir al confesor que tienes vergüenza, y el Padre te ayudará con todo cariño.
 Y si te acuerdas de algún pecado que hayas cometido, aunque el confesor no te lo pregunte, díselo tú para que te lo perdone. Mientras el sacerdote te da la absolución y te bendice, reza el Señor mío Jesucristo , y si no lo sabes, date golpes de pecho diciendo varias veces con toda tu alma: Dios mío, perdóname! Dios mío, perdóname!... En la confesión se perdonan todos los pecados que nosotros hemos cometido después del bautismo, por muy grandes que sean, con tal que se digan con arrepentimiento y propósito de la enmienda; pero no el pecado original.

La Oración
La oración es hablar con Dios; conversar con nuestro Padre del Cielo, con Jesús, con el Espíritu Santo; conversar con nuestra Madre la Virgen María, con el ángel custodio con los santos. En este diálogo lo más natural es que digamos alabanzas, demos gracias, pidamos perdón o imploremos lo que necesitamos. Para un cristiano orar es un deber. Si lo consideramos bien; ¡qué tal suerte la nuestra: poder hablar con Dios o con la Virgen, con la sencillez y confianza de un hijo con su papá, ¡con su mamá! Porque esto son para nosotros; y sabemos que nos aman y que todo lo pueden.
Dios escucha siempre nuestras oraciones; lo dice la Biblia: "Me invocarán, y yo les escucharé" (Jer 29,12); "Pidan y recibirán" (Jn 16,24).
¿Qué es orar?
Orar es dialogar con Dios, nuestro Padre celestial, para escucharle, alabarlo, darle gracias y pedirle aquello que nos conviene.
¿Tenemos obligación de orar a Dios?
Si, tenemos obligación de orar a Dios; pero no sólo obligación, sino necesidad, porque Dios es nuestro Señor y nuestro Padre, porque Jesucristo nos lo manda y porque la oración es el medio ordinario de alcanzar la gracia y los demás beneficios de Dios. San Alfonso María de Ligorio enseñaba claramente: "el que no reza, no se salva".
¿Dios escucha siempre nuestras oraciones?
Sí, Dios escucha siempre nuestras oraciones y nos concede lo que es más conveniente para nuestra salvación.
¿De cuántas maneras puede ser la oración?
La oración puede ser mental y vocal; o sea, hecha sólo con la mente o hecha con palabras dichas con atención.
¿Debemos orar a la Santísima Virgen María?
Sí, debemos orar a la Santísima Virgen María porque es la Madre de Dios y es Madre nuestra que intercede por nosotros y a la que nada negará Jesús cuando le hable de nosotros. La historia de la Iglesia está marcada por la experiencia de que María Santísima nuestra Madre escucha siempre a sus hijos. Como bien dice una antigua oración cristiana: "jamás se ha oído decir que alguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, haya sido abandonado de ti". ¿Hemos de orar también al ángel custodio y a los santos? Si, hemos de orar al ángel custodio porque está a nuestro lado siempre para ayudarnos, y a los santos porque interceden por nosotros ante Dios.
¿Para qué sirve la oración?
La oración purifica. La oración nos ayuda a resistir las tentaciones. La oración nos da fortaleza en nuestras debilidades. La oración remueve el temor, aumenta nuestra fuerza, nos capacita para aguantar. La oración nos hace felices. “El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar” (Juan Pablo II). "Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida". (Benedicto XVI, 25-4-2012) El Papa Benedicto XVI hablaba de "la prioridad que debemos dar a Dios, a la relación con Él en la oración, tanto personal como comunitaria. Sin la capacidad de pararnos a escuchar al Señor, a dialogar con Él, se corre el riesgo de agitarse y preocuparse inútilmente por los problemas y las dificultades, incluidas las eclesiales y pastorales". (Benedicto XVI, 25-4-2012) Benedicto XVI recordaba que los santos "han experimentado una profunda unidad de vida entre oración y acción, entre amor total a Dios y amor a los hermanos". (Benedicto XVI, 25-4-2012) Por esta misma razón la Madre Teresa de Calcuta nos dice: “es necesario que encontremos el tiempo de permanecer en silencio y de contemplar, sobre todo si vivimos en la ciudad donde todo se mueve velozmente. Es en el silencio del corazón donde Dios habla” (Beata Teresa de Calcuta). “La oración es la fundamentación de la vida espiritual” (Cardenal Nguyen Van Thuan). “Muchas vocaciones están en crisis, no se realizarán. Muchas familias sufren dificultades, se separarán y se pelearán. Mucha gente pierde el gusto por la vida y el trabajo, están descontentos y vacíos. Y todo esto porque se ha abandonado la oración” (Beata Teresa de Calcuta). La oración es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a su Voluntad. (cfr. Catecismo de la iglesia católica #2825-1827) ¿Cómo conocer y seguir la Voluntad de Dios? Orando de manera regular y frecuente. Así estamos en sintonía con Dios y conoceremos sus deseos. ¿Qué es la oración de bendición? Una oración de bendición es aquélla que pide a Dios su bendición sobre nosotros. La forma más breve de esta oración es “Dios te bendiga”.
Sin embargo, las bendiciones de Dios están continuamente fluyendo hacia nosotros sus creaturas: su Misericordia, su Bondad, su cercanía, su atención… todo esto son bendiciones.
¿Por qué debemos adorar a Dios? 
Adoración es lo que hace la persona cuando se reconoce creatura de Dios y dependiente de El, su Creador.
Toda persona que comprenda esto y lo recuerde, está adorando a Dios. Por eso quien adora a Dios se pone de rodillas ante El y hasta se postra en el suelo. Esta actitud interior (en el corazón y en la mente) y exterior (con la postura) muestra la verdad de la relación entre Dios y el hombre: Dios es grande y nosotros somos pequeños. Sin embargo, nunca es el hombre mayor que cuando se arrodilla o se postra ante Dios libremente.
¿En qué consiste la oración de petición?
La oración de petición tiene dos partes: la seguridad de que mi oración es escuchada por Dios y la total renuncia de una respuesta de Dios de acuerdo a mi plan. Por eso se habla de la oración de entrega: me someto de antemano al plan de Dios para mí. No busco mi voluntad sino la Voluntad de Dios. Y la respuesta de Dios puede ser: Sí, No o aún No.
¿Cuáles son las diversas formas de la oración de petición? (CIC-C #553)
La oración de petición puede adoptar diversas formas: petición de perdón o también súplica humilde y confiada por todas nuestras necesidades espirituales y materiales. 
¿En qué consiste la intercesión? (CIC #554)
La intercesión consiste en pedir en favor de otro. La intercesión debe extenderse también a los enemigos. “Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos.” (Mt 5, 44-45) El cristiano, entonces, debe orar por todos, por los que ama y son cercanos, por los que no son tan cercanos y aún por los enemigos.
¿Por qué debemos dar gracias a Dios?
Todo lo que somos y tenemos nos viene de Dios. Pensemos bien: ¿qué tenemos que no nos viene de Dios? La Iglesia da gracias especialmente en la Eucaristía, que significa acción de gracias.
¿Qué significa alabar a Dios?
Dios no necesita nuestros aplausos. Pero nosotros sí necesitamos expresar espontáneamente nuestro gozo genuino por todo lo que Dios es y nos da.  
Alabar a Dios es como piropear a Dios. El existe y es Bueno con nosotros. Y sus cualidades son maravillosas! Y al alabar a Dios nos unimos a la alabanza eterna que sucede en el Cielo y que cantan los Ángeles y los Santos. Esto es lo que hacemos en la Misa cuando rezamos o cantamos “Santo, Santo, Santo”, porque antes ha dicho el Sacerdote: “unidos a los Ángeles y Santos del Cielo, cantamos sin cesar el himno de tu gloria”.
Del Catecismo de la Iglesia Católica
2643 La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la “ofrenda pura” de todo el Cuerpo de Cristo a la gloria de su Nombre (cf Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, “el sacrificio de alabanza”.
2644 El Espíritu Santo que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, la educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan dentro de unas formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza.
2645 Gracias a que Dios le bendice, el hombre, su corazón puede bendecir, a su vez, a Aquel que es la fuente de toda bendición.
2646 La oración de petición tiene por objeto el perdón, la búsqueda del Reino y cualquier necesidad verdadera.
2647 La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos.
2648 Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser motivo de oración de gracias, la cual, participando de la de Cristo, debe llenar la vida entera: “En todo dad gracias” (1 Ts 5, 18).
2649 La oración de alabanza, totalmente desinteresada, se dirige a Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo que ha hecho sino porque ÉL ES.

Historia del Corpus

A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.
Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.
Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.
El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.
El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula "Transiturus" del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.
Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.
Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.
La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Devoción la Sagrado Corazón de Jesús

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. La devoción al Sagrado Corazón está por encima de otras devociones porque veneramos al mismo Corazón de Dios. Pero fue Jesús mismo quien, en el siglo diecisiete, en Paray-le-Monial, Francia, solicitó, a través de una humilde religiosa, que se estableciera definitiva y específicamente la devoción a su Sacratísimo Corazón.
El 16 de junio de 1675 se le apareció Nuestro Señor y le mostró su Corazón a Santa Margarita María de Alacoque. Su Corazón estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su corazón, salía una cruz. Santa Margarita escuchó a Nuestro Señor decir: "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor." Con estas palabras Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón. La devoción en sí está dirigida a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido, representado por su Corazón. Dos, pues son los actos esenciales de esta devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en la Sagrada Eucaristía.
En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

* Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. 
* Les daré paz a sus familias.
* Las consolaré en todas sus penas.
* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
* Las almas tibias se volverán fervorosas.
* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.

El decálogo: expresión del amor

Los Mandamientos:
El primero, amarás a Dios sobre todas las cosas.
El segundo, no tomarás el nombre de Dios en vano.
El tercero, santificarás las fiestas.
El cuarto, honrarás a tu padre y a tu madre.
El quinto, no matarás.
El sexto, no cometerás actos impuros.
El séptimo, no hurtarás.
El octavo, no dirás falso testimonio ni mentirás.
El noveno, no consentirás pensamientos ni deseos impuros.
El décimo, no codiciarás los bienes ajenos.
Estos diez mandamientos se encierran en dos:
 Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Jesucristo llevará esta revelación de la ley moral a su plenitud, declarando que la base de toda la ley es amar a Dios y al prójimo.
JESUS RESPONDIO: EL PRIMERO ES: ESCUCHA, ISRAEL, EL SEÑOR TU DIOS ES El UNICO SEÑOR; Y AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON Y CON TODA TU ALMA Y CON TODA TU MENTE Y CON TODAS TUS FUERZAS. ESTE ES EL PRIMER MANDAMIENTO. El SEGUNDO ES SEMEJANTE A ESTE: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. NO HAY OTRO MANDAMIENTO MAYOR QUE ESTOS» (Mc. 12, 29-31).

El decálogo es la expresión amorosa de Dios, para que los hombres alcancemos la santidad, para que lleguemos a su morada. Son la manera de concretar el mandato del Amor. A la manera que nos dicen “conduzca bien” y nos preguntamos ¿cómo? Nos responden estudie el código de circulación.
Explicar esto a los niños bien es esencial. La mejor manera de enseñar es primero aprender las diez frases de memoria; (hay que hacerlo desde el primer curso de catequesis); después explicaremos que son en su conjunto; es muy importante destacar que no son normas impuestas que vienen “de fuera” sino que salen del amor de Dios y de la misma naturaleza humana (ley natural). Después de haber explicado en su conjunto, pasamos poco a poco a explicar de manera concreta cada uno de ellos (siempre con visión positiva y no como imposiciones negativas)
El Papa Francisco señaló que debemos ver a los Diez Mandamientos como "signos de libertad". "No debemos ver los Diez Mandamientos como limitaciones a la libertad, no, esto no es así. Sino que los debemos ver como signos de libertad". "¡No son limitaciones, sino indicaciones para la libertad! Ellos nos enseñan a evitar la esclavitud a la que nos reducen los muchos ídolos que construimos nosotros mismos, lo hemos experimentado muchas veces en la historia, y lo experimentamos también hoy". Los Diez Mandamientos son un ""sí" al Amor" para "defender al ser humano y guiarlo hacia la verdadera libertad". "¡Demos confianza a Dios! ¡Confiemos en Él! Los Diez Mandamientos nos muestra el camino a seguir, y constituyen una especie de "código ético" para construir sociedades justas, a medida del hombre". 
Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios y nos enseñan la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto, indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana. El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la “ley natural”: «Desde el comienzo, Dios había puesto en el corazón de los hombres los preceptos de la ley natural. Primeramente, se contentó con recordárselos. Esto fue el Decálogo, el cual, si alguien no lo guarda, no tendrá la salvación, y no les exigió nada más» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 4, 15, 1). (Catecismo de la Iglesia Católica, 2070)
Aunque accesibles a la sola razón, los preceptos del Decálogo han sido revelados. Para alcanzar un conocimiento completo y cierto de las exigencias de la ley natural, la humanidad herida por el pecado, con dificultad para alcanzar la verdad y el bien, necesitaba esta revelación: «En el estado de pecado, una explicación plena de los mandamientos del Decálogo resultó necesaria a causa del oscurecimiento de la luz de la razón y de la desviación de la voluntad» (San Buenaventura, In quattuor libros Sententiarum, 3, 37, 1, 3). 
Conocemos los mandamientos de la ley de Dios por la revelación divina que nos es propuesta en la Iglesia, y por la voz de la con ciencia moral. (Catecismo de la Iglesia Católica, 2071)

LA LEY NUEVA
San Pablo indica admirablemente la grandeza de la Redención cristiana, debido a la cual los cristianos tienen más fácil la santidad que los gentiles y judíos.
Los gentiles poseían la ley natural, que podían conocer con su conciencia, pero, en su mayoría, no fueron fieles a la ley grabada en sus corazones. San Pablo dice de ellos: «Porque lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista, Dios mismo se lo ha puesto delante. Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad, son visibles para la mente que penetra sus obras. Realmente no tienen disculpa, porque conociendo a Dios no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía, al contrario, su razonar acabó en vaciedades y su mente insensata en tinieblas. (Rom. 1, 19-22).
Efectos de esta culpabilidad será el conjunto de degradaciones e inmoralidades que imperaban en el mundo pagano y que San Pablo describe en la misma carta a los Romanos (1, 23-32).
Los judíos estaban en mejores condiciones para ser santos que los gentiles, ya que poseían la Ley revelada por Dios en el Sinaí. Pero esta Ley no bastaba, pues no les justificaba. Además, tampoco la cumplieron con fidelidad, ya que la tergiversaron con interpretaciones desviadas, relegándola a un cumplimiento exterior, olvidando el amor a Dios y la entrega del corazón.
Esta ley es buena y santa, en cuanto que expresa la voluntad de Dios (Rom. 7, 12-25). -Porque nadie podrá justificarse ante Él aduciendo que ha observado la Ley, pues la función de la Ley es dar conciencia del pecado. (Rom. 3, 20). Para cumplir la ley de Dios se necesita la gracia de Cristo. -La Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. (Jn. 1. 17).
La actitud de Jesús ante la Ley de Dios es clara: -No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. (Mt. 5, 17). En el Evangelio de Cristo, el ideal moral del Antiguo Testamento es cumplido hasta la última «i» (Mt. 5, 17ss).
Con la gracia de Dios se pueden vencer todas las dificultades y alcanzar la vida eterna.
La ley nueva. 
Jesucristo trajo al mundo una ley nueva. Por una parte, da un conocimiento más profundo de la ley revelada; por otra parte, proporciona la gracia o ayuda divina para cumplir la ley.
El creyente podrá adquirir esta gracia por la fe en Jesucristo. Esta gracia divina será mucho más abundante que los delitos humanos. No hay proporción entre pecado y gracia. 
-Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rom. 5, 20). Si el hombre acepta la ayuda divina posee la fuerza para ser fiel a la ley de Dios. Con la gracia de Cristo es posible amar a Dios y al prójimo, y alcanzar la felicidad eterna.
San Pablo muestra de mil modos esta maravilla de la salvación obrada por Jesucristo. Primero Dios da la ley para que puedan conocer el camino hacia Dios; después da la gracia para salvar a los hombres a pesar de su dureza de corazón.
La ley nueva alcanzará su punto culminante con el mandato nuevo que enseña Jesús en la Ultima Cena: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros como Yo os he amado- (Jn. 13, 34). Este amor que manda Jesús es nuevo porque el modelo es el amor de Cristo, Dios hecho hombre, que ama con un amor total y sin reservas.
La ley de Dios es manifestación de lo mucho que ama a sus creaturas. Quizá un ejemplo trivial nos ayude a entender por qué los preceptos divinos son para nuestro bien y nuestra felicidad.
Cuando compramos un frigorífico, si tenemos la más elemental prudencia, lo utilizaremos según las indicaciones del fabricante. Damos por supuesto que el fabricante sabe mejor que nadie cómo usarlo para que funcione bien y dure. Por eso, si tenemos sentido común, supondremos que Dios -nuestro “fabricante”- conoce mejor que nadie lo que es más conveniente para nuestra felicidad y la de la humanidad. Hablando de modo sencillo diríamos que su ley moral (resumida en los diez mandamientos del decálogo) es simplemente el folleto de instrucciones con que cada niño, noble producto de Dios, llega a la existencia. Gracias a ese instructivo, aquella vida quedará regulada, de modo tal que alcance su fin y su perfección.
El conjunto de preceptos que, de diversos modos, ha dado Dios al hombre para que ordene su conducta, se llama ley moral. Ésta se distingue de las leyes físicas en un punto fundamental: la libertad humana. Las leyes de la biología, de la mecánica, de la electricidad o de la fisiología actúan de modo necesario sobre la naturaleza creada. Si fallan los motores del avión en que vuelas, la ley de la gravedad actúa irremisiblemente y te desplomarás. Si bebes cianuro de potasio, las leyes fisiológicas determinarán un serio daño en tu organismo. Pero la ley moral impera de modo distinto. Actúa dentro del ámbito de la libertad humana. No nos obliga a seguirla, sólo nos invita a hacerlo. Si nos obligara, no tendríamos mérito al obedecerla, pues lo haríamos coaccionados. Y donde hay coacción no hay amor. Si no tuviéramos libertad, no podría ser un acto de amor nuestra obediencia. 
De ahí que la ley moral se resuma en el amor. “Si me amáis, dice Jesús, cumpliréis mis mandamientos” (Jn. 14, 15). Si lo amamos, lo obedeceremos, toda nuestra vida estará condicionada por sus preceptos de amor, que nos colmarán de felicidad.
Una pregunta clave
Quizá todos podríamos responder a quien nos preguntara cuál es el principal de todos los mandamientos. Pero antes que Jesús respondiera al escriba que -con un cierto dejo de mala intención- lo cuestionó al respecto, era asunto debatido en las escuelas rabínicas. Amigos de disquisiciones y sutilezas, no habían caído en cuenta de la claridad y reiteración con que Yahvé-Dios lo había señalado en el capítulo VI del libro del Deuteronomio. Nos vendría muy bien saborear lentamente la bellísima formulación de ésta nuestra norma básica de vida y acción: “Escucha Israel. Yahvé nuestro Dios es el único Señor. Amarás a Yahvé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que hoy te ordeno han de permanecer en tu corazón. Las enseñarás a tus hijos, y meditarás sobre ellas estando sentado en tu casa y cuando estés de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás como recuerdo a tu mano, y las tendrás siempre presentes ante tus ojos, y las escribirás en los postes de tu casa y en los dinteles de tus puertas”.
Ésa fue la cita que, de modo resumido, empleó Jesús para responder al doctor de la ley: “amarás al Señor, tú Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la ley y los profetas” (Mc. 22, 35-40). Estos dos mandamientos se desglosan, también de modo sintético y compendiado, en los diez preceptos que se llaman “Decálogo” o “Diez Mandamientos”.
De ellos, los tres primeros declaran nuestros deberes con Dios, los otros siete, aquellos que tenemos hacia nuestro prójimo e indirectamente, hacia nosotros mismos. Los Diez Mandamientos fueron dados originalmente por Dios a Moisés en el monte Sinaí, hace aproximadamente 3500 años, durante el éxodo de los judíos por el desierto, grabados en dos tablas de piedra. Fueron ratificados por Nuestro Señor Jesucristo: “no penséis que he venido a abolir la ley o los profetas; sino a llevarla a su plenitud” (Mt. 5, 17). Perfeccionarla; dejando que su Iglesia -gozando de la asistencia del Espíritu- la custodie e interprete a todos los hombres de todos los tiempos.

Explicación de cada uno de los mandamientos
1. AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS:
Este es el mandamiento más importante, por eso es el primero, nos invita a tener a Dios como lo primero y lo más importante en nuestras vidas, antes que cualquier persona, cosa o situación. Este mandamiento es para querer a Dios más que a todas las cosas o todo lo que existe. Este mandamiento nos obliga a tener fe en Dios, a confiar en su bondad y tener respeto ya que él siempre nos ve y nos oye. Amaras a Dios sobre todas las cosas, es un mandato directo que Dios nos hace, No porque Dios necesite ser amado; sino porque el hombre debe amar a Dios.
POSITIVO:
Este mandamiento si lo cumplimos vamos a tener paz interior y a pesar de los problemas podemos salir adelante porque Dios siempre estará con nosotros por medio de la oración.
NEGATIVO:
• Cuando no creemos en Dios y por tanto no lo alabamos y damos el lugar que debe tener en nuestro corazón, a esto se le llama ateísmo, esta gente no tiene temor de Dios y tampoco en que Dios va a venir a juzgarlos.
• Cuando rechazamos la posibilidad de saber si dios existe, a lo que se llama agnosticismo.
• Cuando somos idolatras, es decir que adoramos a otros ídolos más que a dios, como el dinero, la comodidad, el poder, el sexo o la ambición; o pequeñas idolatrías cuando adoramos a nuestras posesiones, nuestra casa, comida, estudio, trabajo o diversiones, más que a el
• Cuando somos supersticiosos, buscamos saber el futuro, y ponemos nuestra confianza en lectura de cartas, horóscopo o cualquier otro tipo de esas prácticas, jugamos guija o buscamos mensajes del más allá, también al usar amuletos, practicar santería, el utilizar cualquier práctica oriental pues estas solo buscan eliminar la necesidad de Dios en nuestra vida y eliminar el propio sufrimiento, nos tratan de convencer de que podemos ser autosuficientes y exitosos sin la ayuda de Dios.
• Cuando dudamos voluntariamente de Dios o abusamos de su misericordia para seguir pecando, al acomodarnos en aptitudes… como…… Dios es tan bueno que me perdonara al final de mi vida, aunque no me confiese.
• Cuando callamos voluntariamente pecados graves en la confesión por vergüenza, o cuando comulgamos conscientemente aun sabiendo que hemos cometido pecados graves o mortales.
• 
2. NO JURAR SU SANTO NOMBRE EN VANO:
El segundo mandamiento de la ley de Dios nos prohíbe jurar sin grave necesidad, o con mentira, o pronunciar el nombre de Dios sin respeto o reverencia.
POSITIVO:
Debemos pronunciar el nombre de Dios con gran respeto y veneración para casos serios e importantes. Para los Santos el nombre de Dios le sabía a almíbar en sus labios y solamente lo pronunciaban para darle gracias, para bendecirlo, o pedirle perdón o suplicarle ayuda, pero nunca como una exclamación por cualquier bobería de la vida.
NEGATIVO:
• Hoy en día la gente no respeta el nombre de Dios y juran ante él que es cierto lo que es mentira. Cuando utilizamos el nombre de Dios sin el debido respeto, o con fines malos como es el caso de la maldición.
• Cuando expresamos reproche, odio o desafío al dirigirnos a Dios o a la Virgen María a esto se le llama blasfemia
• Cuando hacemos una promesa que no tenemos intención de cumplir
• Cuando juramos sobre una mentira apelando a dios para avalarla
• Cuando juramos innecesariamente sobre cosas que no valen la pena
3. SANTIFICAR LAS FIESTAS:
Este mandamiento nos manda a oír misa entera todos los domingos, este mandamiento nos indica que debemos asistir a misa todos los domingos y todos aquellos días señalados en el calendario litúrgico como fiestas obligatorias a menos que nos encontremos enfermos, al ir a misa debemos hacerlo con alegría y devoción.
POSITIVO:
Debemos respetar al menos un día a la semana para escuchar la palabra de Dios asistiendo a misa todos los domingos y fiestas de guardar. Si cumplimos con este mandamiento nos daría paz interior y con Dios.
Preguntémonos cuantas horas tienes una semana, la semana tiene 168 horas, este mandamiento nos pide una sola hora de las 168 para darle gracias a Dios, por todo lo que tenemos, la vida, la fe, la familia, el trabajo, la salud y todas las bendiciones que él nos da cada día, dedicarle una hora a la semana para alabarlo, bendecirlo, glorificarlo y darle gracias es lo mínimo que podemos hacer si somos hijos agradecidos.
NEGATIVO:
• Las personas no respetamos ya estos días sino por lo contrario lo tomamos como unas vacaciones y nos olvidamos de Dios. Sabiendo que cuando nos llegue la muerte vamos a ser juzgados y ya va a ser muy tarde y nos daremos cuenta que debimos haber respetado los días y fiestas de guardar.
• Es decir, cuando no vamos a misa los domingos y a las fechas obligatorias señaladas en el calendario litúrgico.
4. HONRAR A PADRE Y MADRE
Este mandamiento manda no solo al respeto de los hijos con sus padres y abuelos, sino también al respeto de los padres para con sus hijos. Hijos quieran y honren a sus padres. Padres quieran y honren a sus hijos
POSITIVO:
Debemos amar y respetar a nuestros padres porque ellos nos dieron la vida y se han sacrificado por nosotros y nuestros padres nos representan a Dios. Debemos honrarlos también porque Dios ha prometido grandes premios para quien trate bien a sus padres.
NEGATIVO:
• Hay hijos que desobedecen gravemente a sus padres; los desprecian o no les demuestran amor; los insultan o los tratan con palabras irrespetuosas o los hacen sufrir; no los ayudan cuando están necesitados, los dejan abandonados o se avergüenzan de ellos y llegar hasta el punto de matarlos. Debemos ser conscientes que todo lo que hagamos en esta vida con el tiempo se nos devolverá.
• Cuando discutimos o peleamos con nuestros hermanos, les tenemos envidia o simplemente les damos mal ejemplo
• Cuando no tratamos bien a nuestros hijos, no les damos un buen ejemplo como padres y no los educamos en la fe católica.
5. NO MATARAS
POSITIVO:
Todo el mundo tiene derecho a la vida y la debemos respetar ya que Dios es el único dueño de esta y el solo puede quitarla. Respetando la vida de las personas generamos respeto y paz en el mundo.
La vida humana aquí en la tierra, es la posibilidad que Dios nos concede de alcanzar la vida eterna en el cielo y nadie tiene derecho de despojarnos de ella.
NEGATIVO:
• Cuando quitamos la vida a otra persona, por venganza, ira, odio, por robo, por actos terroristas u otros delitos.
• Cuando cometemos aborto, o ayudamos u orientamos a alguien a que aborte
• Promovemos o realizamos fertilización en vitro o manipulación de embriones
• Cuando utilizamos anticonceptivos con efectos abortivos como los dispositivos intrauterinos y varias clases de píldoras anticonceptivas
• Cuando motivamos escándalo que induzca a otra persona a pecar.
• Cuando apoyamos las guerras.
• Cuando llevamos a cabo tortura de seres humanos.
• Cuando calumniamos, difamamos o criticamos a otras personas
• Cuando utilizamos drogas haciendo daño a nuestro cuerpo.
• Cuando cometemos eutanasia activa o pasiva o cuando apoyamos a esta practica
• Los pecados principales de este mandamiento son el homicidio, el suicidio, el aborto, el duelo, las heridas, el odio, la ira, los deseos de venganza. Lo negativo de este mandamiento es que genera violencia y caen personas inocentes
6. NO COMETER ACTOS IMPUROS
Dios al crear al ser humano hombre y mujer, confiere la dignidad personal de manera idéntica a uno y a otro. Pero ¿qué significa para nosotros actos impuros?, significa, por ejemplo lo que dice el evangelio de san Mateo "no cometerás adulterio", el que mira a una mujer con deseo carnal ya comete adulterio con ella en su corazón, y también vale para la mujer que hace lo mismo
Este mandamiento prohíbe hacer actos impuros, consentir malos pensamientos, o malos deseos, mirar malas figuras y tener malas conversaciones. La sexualidad solo tiene sentido profundo sacramental y recto dentro del matrimonio, fuera del matrimonio el uso de la sexualidad es un abuso y es un desorden. El estudio de la teología del cuerpo de San Juan Pablo II nos ayuda a entender bien este tema.
POSITIVO:
Que las personas que cumplirían este mandamiento existiría el respeto, tendrían valores y el amor, seria sincero. Nos llama a vivir en la castidad.
NEGATIVO:
• Cuando somos lujuriosos es decir que deseamos o gozamos de placer carnal desordenado.
• Cuando tenemos relaciones sexuales separando la finalidad unitiva de la procreativa, es decir cuando utilizamos anticonceptivos, condón o usamos cualquier método que deje fuera la finalidad procreativa de las relaciones sexuales, es muy importante especificar que, la Iglesia Católica nos invita a ser padres responsables y al uso de métodos naturales para la planeación de la familia, los cuales no separan la finalidad unitiva de la procreativa
• Este mandamiento también prohíbe la masturbación,
• La fornicación que es la unión carnal de hombre y una mujer fuera del matrimonio religioso.
• Comprar, ver y promover la pornografía
• La prostitución, la violación y las relaciones sexuales entre dos miembros de un mismo sexo
• La unión libre, la poligamia y el adulterio.
• Debemos mencionar que la gravedad de estas faltas aumentan considerablemente si se practican con menores de edad
• Los principales pecados del sexto mandamiento son: la fornicación, el adulterio, la masturbación, leer libros malos, mirar revistas pornográficas, ver películas sexuales. 
7. NO ROBARAS
Este mandamiento prohíbe robar o hacer daño a los bienes ajenos.
Es decir, prohíbe el acto exterior de apropiarse de los bienes ajenos y al mismo tiempo, exige la virtud de justicia, caridad y templanza
POSITIVO:
Disminuiría la pobreza, habría más honestidad y existiría más confianza entre las personas.
NEGATIVO:
• Cuando robamos, es decir quitamos el bien ajeno contra la voluntad de su dueño
• Pagar sueldos injustos de acuerdo con el trabajo que realiza una persona (dt 24. 14--15)
• Defraudar a alguien con un negocio fraudulento, ilegal o tramposo (dt. 25. 13--16) (os 12. 8)
• Cuando gastamos excesiva o simplemente despilfarramos el dinero.
• Cuando jugamos juegos de azar y apostamos dinero que es necesario para nuestra familia
8. NO LEVANTAR FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIR
Dice Jesús: "yo soy el camino, la verdad y la vida y si el mismo dios nos dice que él es la verdad entonces cómo es posible que nosotros mintamos, y muchas veces mentimos sin ninguna necesidad, de esta manera estoy atentando contra mi prójimo y contra la verdadera verdad que es dios.
Mi prójimo, quien ha confiado en mí, está siendo defraudado y la reciprocidad de confianza muere.
Sabemos que la palabra es la extensión de lo que pensamos por lo que si yo expreso algo debe ser igual a lo que pienso, si mi palabra no es igual a lo que pienso estoy violentando el orden natural de las cosas y voy contra la Ley de Dios
Por eso se dice que la mentira es intrínsecamente mala.
Este mandamiento prohíbe decir mentiras e inventar cuentos contra otros.
Porque decimos no dar falso testimonio. Pues porque también, en forma privada o pública cuando atestiguamos, aseveramos o aseguramos algo con total malicia, sabiendo que estamos calumniando, difamando esto puede llegar a perjudicar a alguien en su reputación e integridad. Si esta mentira se llegara a decir en un tribunal judicial sería un perjurio (quebramiento de la fe jurada); este obrar puede llegar a contribuir a la condena de un inocente, a incrementar la condena de un culpable, a quien yo creo que se merece más de lo que le dan de pena, o también se puede llegar a dar la libertad a un culpable que en realidad debe ser sentenciado.
POSITIVO:
Nosotros los cristianos debemos dar testimonio de nuestra fe porque "fuimos revestidos del hombre nuevo", este es al que Dios creó a su imagen y semejanza, dándole la justicia y la santidad que proceden de la verdad.
Por eso no más mentiras; que todos digan la verdad a su prójimo, ya que todos somos parte del mismo cuerpo" (ef. 4. 24--25). Cumpliendo este mandamiento no existirían tantos problemas.
Decir: Si cuando es si, y no cuando es no, categórico firme y sin titubeos.
NEGATIVO:
• Vemos hoy en día que muchas personas inocentes caen en calumnias o chismes por culpa de la mentira, también se daña la imagen de las personas por culpa de los falsos testimonios y la mentira. Esto puede llevar a personas inocentes a la muerte o a problemas graves como estar en la cárcel siendo una persona inocente por culpa de los falsos testimonios.
• Simplemente, cuando mentimos
• Cuando damos falso testimonio y perjurio es decir que afirmamos algo contrario a la verdad, esta posee una gravedad particular cuando se hace públicamente
• Cuando hay maledicencia y calumnia.
• Cuando faltamos a la justicia y a la verdad.
9. NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS
Este mandamiento nos ayuda a liberar al corazón de esos deseos impuros que tanto manchan al alma, trata de salvaguardar la virtud de la persona humana.
Es decir, prohíbe los malos pensamientos y deseos contra la castidad.
POSITIVO:
Habría más respeto hacia las mujeres y los hombres.
NEGATIVO:
• Cuando tenemos en la mente y en el corazón el deseo de poseer a una persona que está casada
• Atentamos en contra de nuestro propio pudor, el cual consiste en defender la dignidad de nuestro cuerpo, evitando así que aparezca como objeto de deseo sexual de los demás.
• Cuando buscamos despertar el deseo sexual de los hombres o de las mujeres.
• Promocionamos o realizamos exhibicionismo sexual.
10. NO CODICIAR LOS BIENES AJENOS
Dios en este mandamiento prohíbe tener deseos exagerados de ser rico y tener envidia de los bienes ajenos.
¿Qué es la codicia?, la codicia es la envidia propiamente dicha y esta nos lleva a querer todo aquello que no poseemos y que algún conocido o vecino lo tiene,
Por ejemplo, muchas veces decimos "dichoso de aquel que puedo comprarse un auto nuevo; o de aquel otro que está arreglando la casa y la plata que está gastando en esa construcción; porque será que él se puede dar el lujo de salir a cenar con su esposa; como hará ese para darse todos los lujos que tiene; yo quisiera saber cómo hace para tener tanto; etc. etc.
Manifiesta la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida,
Cuando se desea al prójimo un mal grave se convierte en un pecado mortal" (cic 2539)
"de la envidia nacen el odio, la maldad, la calumnia, la alegría por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad"
POSITIVO:
Dios con este mandamiento quiere que busquemos la felicidad donde si la podemos encontrar y no quiere que perdamos lo más valioso que tenemos, por querer tener bienes materiales, que siempre son perecederos y efímeros
Con este mandamiento Dios nos invita al desprendimiento para que nuestro corazón sea feliz y no sea un esclavo de los bienes materiales y económicos.
Gracias a este mandamiento nuestro corazón será libre y puro para poder amar a Dios con plenitud
NEGATIVO:
• Las personas llegan a la codicia y a ser egoístas, nace la corrupción dejando a otras personas en la ruina y en la perdición, hasta el punto de matar a sus familiares por las herencias por la ambición del dinero.
• Cuando nos dejamos llevar por la avaricia que es el acaparamiento de bienes materiales,
• por la codicia que es el amor desordenado a los bienes terrenales,
• La avaricia en ocasiones puede ser grave, porque es una señal de falta de confianza en la providencia de Dios,
• También cuando nos entristece o nos da envidia lo que los otros tienen sean cosas materiales, espirituales o intelectuales.


Aperui ilis
Método Catequético  
El proceso de maduración del cristiano tiene que empezar desde el mismo nacimiento a la fe. Por eso el plan que se presenta, preparado por los obispos españoles en conformidad con las enseñanzas del Concilio Vaticano II y el directorio general de Catequesis, está confeccionado en conjunto. Es decir, debe seguirse en su totalidad, porque al faltar alguna de las fases a las otras no se llega igual. Para que se entienda es como si a un niño de primero de primaria se pasase a primero de la ESO directamente, sin pasar por los cursos intermedios.
   1ª Fase: Despertar religioso. En esta fase la nueva criatura debe recibir el sacramento del bautismo, entrando de esta manera a formar parte de la Iglesia. Esta fase comprende desde que el niño nace hasta los cinco o seis años. El objetivo primordial de esta fase es el descubrimiento de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; así mismo iniciar la formación de la conciencia; e iniciación a la oración. El ámbito propio de esta fase es la familia, como no podías ser de otra forma. Los padres deben educar a sus hijos en todas las dimensiones de la persona, sin olivar que una de ellas es la dimensión religiosa. La educación debe ser progresiva, de la misma manera que el niño va creciendo progresivamente. Para ello existen un material adecuado que es el “Libro de la familia”, que ayuda a los padres a dar la adecuada educación a sus hijos.
Pero todos somos conscientes de los problemas que pueden surgir con este planteamiento, pero no lo son si la pastoral de bautismo de ha hecho adecuadamente, de ahí su importancia. A demás la parroquia debe ofrecer los medios necesarios para ayudar a los padres. Una sugerencia puede ser una “escuela de padres” donde se les pueda ofrecer a los padres una ayuda tanto en los aspectos formativo-religiosos como en los aspectos formativos-humanos.
   2ª Fase: Catequesis orgánica, sistemática y temporal. Es la fase en la cual se debe hablar de catequesis propiamente dicho. El contenido de la catequesis será como siembre: el credo, los sacramentos, la vida moral y la vida de oración. Los catecismos para toda esta etapa son los preparados por la Conferencia Episcopal Española: Padre Nuestro, Jesús es Señor, Esta es nuestra fe. Comprende desde los seis años hasta los doce aproximadamente. En esta etapa seguiríamos los libros de PPC. Esta fase puede dividirse en tres etapas:
    1º Etapa: Encuentro personal con el Señor. Corresponde al primer ciclo de educación primaria, el niño tiene de seis a ocho años. En esta etapa el niño tiene necesidad de seguridad, y confianza. Esta etapa consta de dos cursos. El primero de ellos se podría hacer en el seno de familia; los padres ayudarían al niño con el primer libro, e irían una o dos veces al mes a la parroquia. El segundo ya sería en la parroquia semanalmente. En esta etapa los niños sólo estarían en la liturgia de la palabra de la misa dominical, pasando después a los locales parroquiales para explicarles mejor la liturgia dominical. En esta etapa ya se les presenta el sacramento de la penitencia.
    2ª Etapa: Descubrimiento de Jesucristo y la Iglesia. Corresponde al segundo ciclo de primaria, el niño tiene de ocho a diez años. En esta etapa lo principal es la centralidad de la vida familiar y de relación con los demás y con la naturaleza; experiencia de la verdad, del bien y del mal; experiencias festivas. Esta etapa consta de dos cursos. En el primero de ellos debe, en un futuro no muy lejano, recibirse el sacramento de la confirmación, y en el segundo la primera comunión. Pero de momento, en el primer curso los niños pueden hacer la primera comunión. Lo importante es la educación personalizada, por lo que la tendencia debe ser a que cada niño reciba a Jesús por primera vez cuando esté preparado y quiera. Por esto es mejor ir concienciando a los padres que la “primera comunión” de sus hijos no tienen que hacerla todos juntos, sino que cada uno cuando esté preparado y en la misa dominical. La dimensión comunitaria de este sacramento crecería notablemente, pues dejos de ser un acto meramente familiar, sería toda la comunidad cristiana reunida en el día del Señor quien acoge a los niños en el día en que reciben el sacramento de la plenitud de la iniciación cristiana. La primera comunión sería de verdad un acontecimiento eclesial. Algo que hasta nuestros días no puede darse, porque las ceremonias son tan numerosas, que la comunidad parroquial prefiere no estar, porque los templos se llenan de personas que, desgraciadamente no suelen venir a la Iglesia.
En el segundo curso se profundizaría en el mensaje de Cristo.
    3ª Etapa: Primera síntesis orgánica de la fe. Corresponde al tercer ciclo de primaria, el niño tiene de diez a doce años. En esta etapa los niños tienen la experiencia del descubrimiento de si mismo, de independencia y de autonomía; progresivo descubrimiento de si y de la corporalidad; ampliación del ámbito de las relaciones más allá de la familia. De momento inscribiríamos la catequesis de confirmación, para que los niños se confirmarse a los doce años, es decir al terminar sexto de primaria, pero con la tendencia clara de administrar el sacramento de la confirmación antes. Consta de dos cursos en los cuales se haría la síntesis orgánica de la fe a la luz del catecismo “Esta es nuestra fe”. Es el momento adecuado para ir haciendo la transición a la fase siguiente.
   3ª Fase: Profundización de la fe y del seguimiento. No es catequesis. Abarca las edades de doce a dieciocho años. Es la fase donde debe haber un movimiento juvenil en la parroquia, inscrito en el movimiento juvenil diocesano. Se trata de crear un ambiente cristiano donde los jóvenes puedan divertirse, expansionar, aprendiendo a vivir su fe. Es el momento de consolidar la respuesta de fe en el seguimiento de Cristo. Esto puede hacerse de muchas maneras, pero hay que ir estudiando diversas actividades que puedan hacer en los locales parroquiales para que como se suele decir “pasen el tiempo” pero en un ambiente cristiano. Es la fase donde los jóvenes experimenta una crisis de identidad, física, familiar, social y religiosa. Tienen la experiencia de la fuerte amistad, es la importancia de la pandilla de amigos y de la relación intersexual. Hay una progresión en la madurez intelectual: disponibilidad a aprender cosas nueves con mayor sentido crítico y capacidad de organización del conocimiento. En esta fase hay que utilizar el catecismo para adolescente que saldrá próximamente, además hay que inscribir en esta fase la profundización en el conocimiento de la Biblia y de la historia sagrada. En el ámbito del sistema educativo corresponde con la educación secundaria.
   4ª y 5ª fase. Juventud y vida adulta. Esta fase depende mucho de las situaciones personales. La pastoral que de momento debemos hacer es la relación personal y la formación permanente que ya ofrece la parroquia.

Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos
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